Llegando [libre]

Recuerdo del primer mensaje :

No es la mejor manera de entrar en un sitio pero el lugar me llamaba la atención. Que el cementerio de un sitio sea tan grande y bonito es inmensamente triste para su reputación. Habían muchas lápidas para ser un sitio de tamaña población. En aquel lugar silencioso sentía las almas de los difuntos. No eran sensaciones específicas pues no tocó sus cuerpos para sentirlo de verdad, pero la mayoría de las personas que descansaban bajo tierra murieron de forma poco natural. Eso me hizo pensar que Mystic Falls era un lugar inquietante y a la vez misterioso. Tanto como el mausoleo de aquel lugar. Una pequeña arquitectura antigua con el apellido Salvatore. Puse mis manos sobre la puerta y las retiré de inmediato. Para estar enterradas tan pocas personas se tomaron muchas molestias para ser el centro de atención de un cementerio.

Seguía enfadada pero aquella mujer, es como si jugara con los sentimientos. Tan pronto me hacía sentir furia como calma. ¿Qué es una guardiana? Tendría que preguntarle a su tía si sabía algo al respecto. Antes de abrir los labios, el paisaje cobró vida. ¿Cómo lo hacía? Yo no tenía tanto poder como para mover todo. bueno, ni yo ni nadie. En cuanto a la oferta, no sabía si aceptar o no, dependía de lo que me pidiera. ¿Era mucho pedir un adelanto de sus intenciones? Notaba la garganta seca, cada vez se me hacía más grande el nudo en la garganta pero me armé de valor a preguntar.

-Antes de... de aceptar, me... me gustaría saber qué tendré que perder para conseguirlo. Porque el fin no justifica los medios. Emm... Yo... -tragué saliva y notaba que las manos me sudaban- No... No me importa tardar años en aprender la magia. Pero, nunca, nunca me perdonaría arrepentirme de mis elecciones porque son las que definen quiénes somos.

¿Estaba loco? No encontraba ni a una persona en su mente que no lo intentase detener en ese momento, y si estuvieran presentes allí se arrojarían a él como un torrente para evitar lo siguiente. Sabía muy bien que las cosas o no saldrían bien,o como mínimo, no como esperaría. Pero aquella curiosidad mortal, ese deseo humano lo alentaba a seguir y eso le gustaba. En algún lugar de su ser dos piezas habían encajado en perfecta posición.

La mujer había dicho que no pedía sus almas, él tampoco creía que algo así pudiese poseerse. Sus acciones previas habían marcado un obvio camino en lo que sería el precio a pagar. Un recuerdo. Ignoraba si sería el más preciado, el más importante o lo que fuese. Estaba dispuesto,y como tal tomó la mano de aquella mujer. Las hojas se levantaban, el viento danzaba y el chico estaba seguro de que ya no había vuelta atrás.

No era poder lo que quería sino entendimiento, y sabía que el poder era conocimiento por lo que todo iba de la mano- Ha sido demasiado lo que se ha perdido. Sangre, inocencia, amistades, amor... Ya no pienso quedarme de brazos cruzados, la próxima vez me verán llegar. Serán juzgados- Y nadie dañará a Elena quiso decir, pero aquella protección se había extendido a todos desde su interior incluso a la chica Bennett que se demostraba indecisa a su lado.

-Eres libre de aceptar pero seguro que lo harás, Bennet. Sólo os pido un recuerdo a cambio, un momento de vuestra vida que olvidaréis para siempre pero que me dará la fuerza suficiente para empezar a cultivar mi jardín de rosas.

Alzó los brazos hacia el cielo, cambiando el cielo por un techo con focos. Los árboles se convirtieron en pilares con varias cuerdas que sujetaba el telón. Las lápidas se convirtieron en asientos de terciopelo rojo con adornos dorados de madera. Estaban en un teatro. El mausoleo de los Salvatore se convirtió en un piano de cola negro y con la superficie limpia, pulida, que reflejaba nuestros rostros como un espejo. Kirika se subió sobre el instrumento y se tumbó boca arriba.

-¿Cuántos años han pasado desde la última vez que tocaste el piano? Tengo entendido que eras un genio y dabas conciertos en auditorios. Pero claro, tu padre no quería. Qué lástima, un talento como el tuyo. Si olvidarás la pelea podrías...

Me acerqué a ella y la cogí por los hombros. La empujé hasta el banco del piano para obligarla a sentarse conmigo, hombro con hombro. Acaricié las teclas, esperando que ella continuara la melodía.

-No me he olvidado de ti, Aleksand -una tira de su vestidó cayó de su hombro mientras le miraba-. Parece que esa chica te importa mucho pero tienes muchas muertes en tu conciencia. ¿Qué te parece darme el recuerdo de tu primera muerte? No lo echarás en falta. A cambio, te haré un favor.

Ahí estaba, frente al piano. Pero me negaba a tocarlo. Mi padre y mi madre manejaron mi vida desde que nací y ahora hacía lo que quería. Sin embargo, el piano era precioso y me moría de ganas por tocarlo. La mujer tocaba una pieza preciosa y alegre que requería acompañante. Me mordí el labio inferior antes de acariciar las teclas blancas. Al tacto sucedió algo. Mi mente revivía las peleas con mi padre y empezaron a esfumarse, a ser irreconocibles recordarlas, a olvidarlas. Se curó algo en mi interior y cuando intenté recordar el motivo por el que me fui de casa, simplemente me acordaba que quería aprender la magia. Las imágenes de mis padres no eran motivos de enfado, sino de añoranza.

-Me gusta el piano.

Era verdad. Cómo pude dejar que pasaran los años sin practicar. Me encantaba moverme por encima del teclado, recreando la partitura, inventando melodías. Entonces pasó algo inexplicable. La naturaleza del viento se intensificaba con la música y noté que podía convertir los hechizos en notas. Imaginé que podría hacer que los espíritus se materializaran en sus asientos para escuchar por última o por primera vez en sus vidas un concierto clásico. Cuando miré de reojo a la sala, estaban allí miles de caras desconocidas con sus ojos puestos en nosotros.

Y allí estaba, soñando de nuevo. Esta vez con un teatro y un piano de cola como nunca había tenido frente a sus ojos. El chico dejó que la música lo inundase y se llevase con ella toda clase de tensión, preocupación y duda del momento. También sintió las ganas de tocar aquél increíble instrumento, pero este era un concierto para la chica Bennett. Benditas las manos de aquellas mujeres puesto que sabía que ella eran mejores que él y por muy lejos.

Tenía miedo de articular palabra, de interrumpir todo aquello. La mujer había dicho que no lo había olvidado y mencionado el precio a pagar. Era algo que le dolería desde el fondo de su alma, puesto aunque aún no lo sabía, él atesoraba cada recuerdo como si fuera oro. Un precio justo, pero no se sentiría nada aliviado por olvidar su primera muerte. Cada experiencia lo había convertido en lo que era y olvidarla sería como perder una parte de sí mismo.

Pero ya era tarde para dar marcha atrás y estaba decidido a hacerlo. Una convicción capaz de tumbar paredes de roca sólida. Lo único que soltó en un susurro fue - Cuando quieras -

Aleksan dijo lo que estaba esperando. Paré de tocar y me levanté de la banca. Me coloqué frente a él con una sonrisa pícara. Sí, ya sabía lo que haría con él. Tenía que tocarlo, como lo hice con Bennett cuando la obligué a ponerla frente al piano. Pero a él, lo tocaría de otra manera bastante diferente.

-No sabes nada, Aleksan. Te deseo buenas noches -le guiñé un ojo, me llevé mi mano a los labios rojos y le mandé un beso con un soplo.

Acto seguido salté en el aire y mientras caía salieron mis nueve colas. Adelanté las manos para empezar con una técnica china con varios movimientos rápidos mientras me acercaba a él. Mi mano derecha se acercó al pecho del muchacho, a la altura del corazón. Giré dos dedos para rodear ese órgano y con la izquierda le di un puñetazo con una fuerza de más de 500 kilos. Os juro que estaba siendo suave. el cuerpo de Aleksand voló, literalmente, por el cementerio hasta chocar contra una lápida. Volví a saltar hasta ponerme encima del chico y me senté en su pecho. Llevé mis dedos índice y corazón a su cuello. Estaba muerto. Me crucé de brazos y sonreí.

-No te hagas la histérica, Alicia. Aún puedes reanimarlo con el boca a boca -reí jocosamente-. Vamos, recita tu hechizo de resurrección mientras tocas el piano o... ¿quieres ser la responsable de su muerte? Porque puedo obligarte a creer que fuiste tú.

Pegué un grito que se podía escuchar de aquí a China. Me levanté del piano y corrí hacia Aleksand. Me arrodillé delante de ellos y me puse a llorar. No le conocía de nada pero no me gustaba que la gente muriera. Miré a Kirika con rabia. La ira se apoderó de mí y deseaba estrangularla. Noté como la esencia del chico no estaba en el cuerpo. Es como si hubiera desaparecido. Estaba bloqueado. La ansia me pudo. Noté mi corazón acelerado.

-Ay Dios, Dios, Dios... ¡Dios! -respiré costosamente. Los lagrimones me caían. Debía de huir o ella me mataría también. Pero me dijo que lo reviviera. El viento me confesó una cosa a mi oído -. Me has... me has utilizado -la miré con rabia. -Sólo me has dado poder para llevar a cabo esto. ¿Es que te diviertes usando a la gente? ¡Te odio! -El viento sopló con fuerza. Obligándome a recordar que el tiempo iba en contra. Me levanté y corrí al piano. Empecé a apretar las teclas rápido mientras lo decía una y otra vez el hechizo-. Vitas phasmatis ex salito revertas phasmatis vitas phasmatos ex salito vitas phasmatis ex salito revertas phasmatis vitas phasmatos ex salito

Cuando aquella mujer saltó fue como si esas colas formasen parte de algo más, una sensación que solo podía atribuírselas a las alas de un ave. Todo fue muy rápido, vio aquella sonrisa para después sentir el viento en todo su cuerpo. Ah...esa sensación de libertad al ir por el aire. Espera... Aleksand por primera vez no había sido capaz de saber que sucedió. Todo era negro, un negro infinito. Intentó llamar a alguien, quien fuera pero solo escuchaba su voz en eco que volvía a él.

-¡Muy bien Aleksand, la has liado parda y no tienes idea de como!- Comenzó a caminar sin rumbo puesto que cualquier dirección daba lo mismo y se perdió en el paso del tiempo. De repente había dado un paso en falso y se sintió caer, caer tanto que pensó que reventaría al tocar el piso.

No fue así, cuando recuperó un poco de sentido estaba acostado sobre algo suave, era una especie de alfombra blanca con bordados en hilos de oro. Le dolían los ojos puesto que luego de tanto negro el plata cristalino del lugar le resultó chocante. Y allí estaba él, sentado sobre una gran silla. Un momento, él estaba en el suelo...¿Y sentado a la vez? A su lado había una mujer hermosa, de una tez tan blanca como aquél lugar y un cabello y ojos tan azules que el propio mar debía de sentirse envidioso. Miró hacia el mismo lado, pero a su lado no estaba nadie. Se puso de pie, eso solo podía significar que quien tenía en frente no era él.

-E-- No llegó a articular palabra puesto que su reflejo - o así lo veía- abrió la boca para hablar - Buen trabajo, estas muerto - le soltó sin más y con su sonrisa tan característica. Le resultó raro recibirla para si mismo -Sabes que la idea de todo esto era vivir, pero tu curiosidad tuvo que poder mas que tu - dejó escapar un largo suspiro- Supongo es parte de nuestra mortalidad y el mismo aprendizaje- ¿Nuestra?¿A qué se refería con eso? No pudo contestar esa última pero sentía cierta vergüenza de si mismo, como si la persona frente a él tuviese razón.

La mujer había apoyado su mano sobre el hombro de su "reflejo" acariciándolo con suavidad y dándole una sonrisa cálida. Eso lo tranquilizó a él y a su otro él - Es demasiado dif-- y otra vez fue interrumpido- Por supuesto que es difícil ¡No tendría sentido si así no fuera! - Y aunque sus palabras parecían de total desespero él no dejaba de sonreír- ¿Acaso no importo entonces? - le dijo Aleksand rendido - Desde el momento que el corazón dejo de latir yo ya estaba lamentando tu muerte. Yo soy el que no debe importar pero tu eres el que debió morir.

De repente toda la estructura pareció temblar como si colapsara sobre si misma ante el sonido de una melodia- O no... Parece que debemos mucho a la chica Bennett. Nuestras gracias para ella - y abrió los ojos denuevo en aquél cementerio - ¿Pero que mier..? -se le escapó de los labios

Bien, el chaval se despertó. Le levanté por las axilas, como si cogiera a un recién nacido, para ponerlo en pie. Pero era decepcionante. Sus primeras palabras de venir en el otro mundo y dice palabrotas. No le dejé terminar la frase, enseguida le corté con una bofetada.

-No hables mal delante de unas chicas decente -le dije haciéndome la ofendida y después le acaricié en donde le dejé la marca -. Dime, ¿Cuándo vendrá tu gemelo? No me digas que tengo que mandarte de vuelta para que venga a saludarme -puse las manos en mi cintura- porque puedo pagarte otro billete de ida.

Empezaba a pensar que me sobraba la bruja pero la necesitaba para revivirlo... bueno, si quería que volviera a caminar entre los vivos.

Revivirlo me costó una hemorragia interna y nadie se daba cuenta. no sangraba por la nariz como me dijo mi tía que sucedería si me pasaba... si no que sangraba como si me hubiera bajado la regla. al principio pensé que era sangre pero lo olí. Era sangre que me caía por la pierna. Vi el reguero caer por mi tobillo. Por suerte llevaba un pantalón negro y no se notaría mucho. Pero no encontraba respuesta. Porqué no sangraba por la nariz o me desmayaba. Encima la estaba escuchando. No me lo podía creer. Estaba pensando en volver a matarlo. Ni hablar. Corrí y me puse delante de él, intentando protegerlo con mi vida. Lo único que se me ocurría era suplicar aunque se me viera patética y débil.

-Por favor -lloré-. No puedo volver a revivirlo. Estoy al límite de mis fuerzas. Te lo suplico -cogí la mano al chico y entonces noté algo extraño. Le miré sorprendida. Tuve una visión de que lo que hizo la mujer había funcionado y sólo había que esperar a que el chico entendiera lo que era en realidad. También vi su pasado. Unos años atroces, había muerte pero también disciplina por una organización odiada y temida durante siglos. Me dio pena.

Se sentía hecho de trapo, y la mujer lo estaba manipulando como tal a pesar de ser un espécimen del genero masculino en todo su esplendor. No había terminado de decir su palabra que un golpe seco lo dejo helado en su lugar. Una mujer jamás le había golpeado, ni siquiera Alexia. Sus ojos estaban abiertos por la sorpresa y solo se le escapó un - Miércoles - Lo siguiente que le dijo la mujer le hizo ladear la cabeza sin tener entendimiento alguno de sus palabras . ¿Gemelo?¿Qué gemelo? Comenzaba a tener la sospecha de que a la mujer le faltaban un par de tornillos en su lugar.

Y el golpe fue más duro con las palabras de la bruja Bennett. ¿Revivirlo? Espera...¿Cuando siquiera había muerto? Por primera vez en su vida - y esos ya eran muchas primeras veces en cuestión de minutos- no tenía idea de que pasaba- Si voy a morir al menos exijo una explicación - dijo poniéndose delante de Alicia. Le agradeció que le quisiese proteger con una sonrisa pero ese era su trabajo.

Estaba radiante, pensando que había hecho un buen trabajo pero... ¡¿Qué diantres? El muchacho no se acordaba de nada. Perfecto. ¡Perfecto! Pateé una piedra con tanta fuerza que partí por la mitad un árbol.

-Está bien -dije señalando el cielo-. Así jugáis, ¿verdad? Haced lo que queráis. No pienso meterme más. No sé para que me piden que le mate. ¡Qué os zurcen! Ya hice mi parte, escucháis. MI PARTE. Os toca a vosotros-. Les miré sin saber qué hacer con ellos.

Antes de salir de la Dimensión Oscura me pidieron un único favor. Por favor, busca un chico en tal hora y en el cementerio. No sabe lo que es. ¡Bah! El chaval se las apaña bien sin saberlo. Además, ¿para qué seguir con este juego? Empezaba a aburrirse y carecía de todo interés. No pensaba matar al chico más veces porque si lo hacía. ¡Já! Puede que ahora sí que sería bueno que se transformara en lo que es para tener a alguien a quién pelear por el resto de mi existencia. Pero la verdad, prefería seguir siendo yo.

-Ahora dejadme vivir en paz que ya tengo motivos buenos para estar aquí -les miré gélidamente antes de darle la espalda-. No me apetece convertirme en vuestra peor pesadilla. Como guardiana no daría ejemplo. Y hablando de ello, daré alarde a lo que soy y os ignoraré porque me aburrís. O mejor...

Salté sobre ellos, poniendo una mano sobre sus cabezas donde robé este recuerdo. Todo lo que saben para siempre y jamás lo recordarán porque ese recuerdo me hace más fuerte. Les hice olvidar para siempre. Es un buen momento para empezar de nuevo. Me los encontré frente a mí, mirándome como a una extraña. Perfecto.

-Buenos días chicos. Acabo de llegar y siempre me han fascinado los cementerios. Mi nombre es Kirika.

La situación le parecía tan absurda. Empezó a mirar a todos lados. Puede que hayan cámaras ocultas o que estemos en una película pero todo era tan real. ¿Seguro? Me pellizqué hasta sentir dolor. No, no era un sueño y me habría gustado que así fuera. Debo admitir que la mujer me daba miedo con todas las cosas que decía. Pero el pánico nacía con sólo imaginarme que nos mataba. Porque podía. Lo había visto con Aleksand. El chico era fuerte y llevaba espada y no pudo plantarle cara. ¿Qué oportunidades tenía yo, una bruja con poderes limitados y recientes? Exacto, nada. Ella me los dio, ella me los puede quitar. Y nos miraba con esa cara de indiferencia. Sabía que no éramos más importantes que la mugre que se retira de las uñas. Cogí la mano de Aleksand, con un poco de suerte, podríamos correr a pedir a ayudar.

Sin embargo, me dejó paralizada su salto. De algún modo lo sabía. Esto deben de sentir los ratones cuando los atrapa el águila, ven su sombra por encima de ellos para saber que no verán el sol antes de morir. Cerré los ojos. No supe qué decir. Ojalá las cosas hubieran sido diferentes en el cementerio. Ojalá pudiera volver a empezar pero eso era pedir un milagro. Noté su mano sobre mi cabeza y no pude ver nada más. De repente, la luz me cegó. Siempre dicen que cuando mueres ves una luz al final del túnel que es muy brillante y blanca. La mía estaba allí, cada vez más cerca. Sentí como la abrazaba con tranquilidad.

Cuando abrí los ojos tenía delante a una mujer de pelo rojizo y hermosos ojos claros que me penetraban. Sentía que era capaz de leerme la mente. No recordaba cómo llegué a estar de pie. Lo último que recuerdo era que estaba tumbada en el suelo y que me levanté porque escuché que había alguien. Miré al otro chico de mi lado. No sabía que era día de visitas. Me lo apuntaré en la agenda, hoy es un mal día para practicar mis hechizos. No quiero molestar a los parientes. Sonreí a la llegada con amabilidad y me presenté.

-Buenos días, me llamo Alicia Bennett.

¡Perfecto Aleksand, te has de haber golpeado tan fuerte que estas soñando o en un coma profundo con tu mente desvariando a diestra y siniestra! Así era, no tenía ni un atisbo de idea de que rayos hablaba la mujer, o a quién, venido el caso. La belleza de la mujer se vio opacada un momento por su seguidilla de amenazas a todo el mundo, porque parecía estar dirigida al mundo en sí y claro a ellos.

Sintió el tacto de la mano de Alicia y como se aferró con fuerza a él. No podía culparla porque si esto le parecía irreal al cazador, sería como tener una sucesiva explosión de bombas alrededor para la chica Bennet. Cuando estaban a punto de retroceder una luz les alcanzó, tan brillante como nunca había visto y ya nada sería igual. Por un momento antes de abrir los ojos alguien pudiese haber jurado que el chico abrió la boca para decir a los aires buen trabajo. ¿Quien sabe? él por supuesto que no.

De nuevo ante el mismo escenario se encontraban tres personas. Una mujer, una joven y un chico rubio ¿Qué hacían allí? Cada uno se iba presentando como si fuera una especie de reunión estipulada y siguiendo el ejemplo de los demás se presentó - Buenos días señoritas, soy Aleksand Bright ¿Puedo ayudarlas en algo? Conozco este lugar casi de memoria por si necesitan indicaciones.

Sonreí de lado. Se acabó el juego, no puedo estar eternamente en este cementerio borrando memorias. Tenía que salir y pronto. Así que me aproveché de lo que sabía y me acerqué a los dos. Había una piedra en el suelo, a mi lado, del tamaño de una pelota de tenis. La cogí y salté detrás de Alicia, dándole tan fuerte que la noqueé al instante. A Aleksand le cogí del cuello y lo empotré contra un árbol. Mis nueves colas salieron de detrás de mi espalda, balanceándose de un lado a otro. con mi energía dejé inmóvil a Alek, sólo lo justo para impedir sus movimientos menos el de su manímbula.

-Me alegra que te ofrezcas voluntario, es más divertido cuando se colabora. Y la gente diciendo que no hay almas caritativas -le miré sonriente, con cierta sensualidad en la voz-. Ahora dime, quiero saber quiénes son los vampiros de este pueblo y ya puedes cantar o te juro que mataré a Elena -le apreté más el cuello para que viera que no bromeaba... como si dar patadas de kung fu, dejar inconsciente a chicas y hablar de vampiros fuera ir de coña.

-No te preocupes por la chica, estará bien, pero más vale que no olvides la cordialidad de la que acabas de mostrar y me ayudes.

La chica era misteriosa, me fascinaba. Sentía su fuerza y me daba envidia. Era todo lo que yo quería ser de mayor... no esta chica cobardica, temerosa e inútil. Apenas podía decir algo. Incluso el chico se presentó amigablemente y pensé... Ojalá nos conociéramos en otro lugar. Parecía amable, como un amigo al que poder contarle todos tus secretos... y vaya si tenía secretos. Demasiados... la tortura de guardárselos para ella y para su tía la agobiaban.

-Yo también puedo ayudar, no soy de aquí pero... -me callé al instante. La pelirroja saltó por encima nuestro. ¿Cómo? ¿Qué? ¿Esto...? Nadie podía dar un salto así, estaba sorprendida, cuando intenté girarme, noté un tremendo golpe en la nuca, un líquido caliente me recorrió el cuello y caí al suelo.

Deja vu, esa era la sensación que tenía en ese momento. El roce del aire al ser catapultado por una fuerza descomunal hasta el tronco de un árbol. Le pareció casi un a rutina del día o como si estuviera viendo un partido de tenis donde él mismo era la pelota. No podía moverse y no tenía idea de porque, tenía verbena en su sistema por lo que no podían obligarlo. Allí había algo más, la mujer fue más rápida y fuerte que cualquier vampiro que haya visto, originales incluidos. El mero hecho de que haya nombrado a Elena sacó lo peor de sí, sus ojos parecían del frío hielo. Dispuestos a terminar con la mujer si su cuerpo se lo permitía.

-¡No te atrevas a ponerle un dedo encima a Elena!- le gritó a todo pulmón- ¡Si quieres vampiros pues persigue a la maldita familia original, poco tenemos que ver con ellos! - El chico parecía realmente poder luchar con la energía que le retenía. Sus músculos se movían pero no lo suficiente para romper el hechizo. Estaba claro que no iba a decirle de Elena y Alice. Él había tomado esa cuestión en sus propias manos -¡Debe haber algún otro vampiro que se me haya escapado pero serían solo basura! ¿¡Qué cosa eres!?-Y aunque veía aquellas particulares colas, no estaba en una situación en la que pudiese pensar. Quería escapar de su agarre y hacerle tragar sus palabras.

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Sus amenazas me hicieron reír, se resistía con todas sus fuerzas. ¡Qué chico más obstinado! Pero yo me aburría demasiado con esto. Lo alcé en el aire y le miré a los ojos. Tenía la cara reflejada una sonrisa divertida y mis intenciones eran despedirme de los dos. A él, bueno, no podía dejar que me persiguiera por todas partes gritándome que a su pobre Elena la dejara en paz.

-Enemiga o amiga, nunca lo sabrás, no hoy -le dije mientras absorbía este recuerdo y le hacía olvidar mi presencia en el cementerio, le tiré junto a la chica y salté sobre la rama de un árbol. Tenía en mi mano derecha una esfera roja, formada por los recuerdos de Aleksand del instante y otra blanca que sólo me informaba de quiénes son los vampiros en este pueblo pero que el muchacho los recordaría siempre. Lo único que olvidó fue que yo existía. Les miré por última vez. Hoy me pasé, dejándome relaccionar tanto con la gente de este pueblo. Seguro que alguien de la Dimensión Oscura ha notado mi energía. Miré al cielo suspirando para que me equivocara. Mi cuerpo fue desprendiendo pelo largo de color blanco y mis ojos pasaron del negro al dorado. Salieron mis nueve colas y tuve la oportunidad de saltar de la rama al cielo y dejarme caer en el bosque, donde decidí que viviría para no molestar a nadie más.

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Escuché voces y desde mi incosciencia estaba tocando un piano imaginario y recitando el hechizo de recuperación. No sabía porque tocaba, esto me resultaba extraña. Pero fue efectivo. Me desperté con un terrible dolor de cabeza y a mi lado había un joven. No entendía nada. ¿Y la mujer? Me estaba mareando y todo me daba vueltas. Me levanté como pude para intentar vomitar en algún sitio pero mis pies tropezaron con algo. Caí al suelo. Me fijé que se trataba de un chico. ¿También le pegó esa mujer?

-¿Eh! ¿Estás bien? -las náuseas subían por mi garganta. Miré a los lados e intenté calmarme. - ¡Ah! -exclamé, notaba dolor y algo se me resbalaba por la espalda, me pasé la mano por la nuca y el cuello y cuando pude ver mis dedos, estaban manchados de sangre.

Su mente era un rompecabezas cuyas piezas principales estaban rotas o pérdidas. Era imposible armar una imagen clara de lo que sucedió. Entendía la razón de su visita al cementerio, era algo de lo que solía hacer. Pero ¿Por qué estaba tirado en la aquella zona? ¿Quién era la chica a su lado? Estaba adolorido sin razón y eso ya era mucho. Apenas le duró la sonrisa tranquilizadora en su rostro porque la visión de sangre lo alarmó.

Se obligó a recuperar la compostura y acercarse a la chica con rapidez. Ahora si detestaba no tener un vehículo. Nunca había calculado que por más que él no lo necesitase, otras personas sí. Como ahora- Estas herida, déjame acompañarte al hospital - le dijo en un tono sereno y apenas tomando su muñeca- ¿Qué te sucedió? - Le preguntó mientras se agachaba levemente- Sube, llegaremos más rápido a mi paso- Su cuerpo estaba entrenado tanto en fuerza como resistencia. Todo por su protegida. Ahora tenía a esa chica con él y simplemente no podía dejarla ahí sin hacer nada.

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-La mujer, la de nueve colas...

Espera, parecía una loca... ¿Qué recordaba? Apenas tenía sentido. Una mujer pelirroja o ¿morena? Saltaba o ¿volaba? En cualquier caso, todo sonaba raro y no quería parecer una paranoica. Quizás lo estaba... A lo mejor, el entrenamiento en el cementerio no era la mejor manera de practicar. Notaba las almas y eso podía ser peligroso. Los fantasmas pueden provocar alucinaciones.

-Me he resbalado y me he dado un fuerte golpe en la cabeza -mintió, qué otra cosa podía decir que tuviera sentido. Era mejor a decir que un fantasma con dotes de ninja le había golpeado. Bueno, a los dos.

Se dejó aupar por el desconocido pero una vez que estaba sobre su espalda vio a las afueras el coche de su tía. Había venido a buscarla. Mi tía es una mujer alta, de pelo corto liso que le cae hasta los hombros. Llevaba pantalones de tela marrones y un blusón de color canela con una estampación de flores. Se acercó corriendo hasta ellos, con la cara preocupada.

-¡Alicia! Me tenías preocupada. ¿Sabes qué hora es? Encima no cogías mis llamadas -entonces se fijó en el chico y le dedicó una mirada dura -¿Te está molestando?

-¡No! Me ha ayudado. Tía, lo siento, me resbalé y me hice daño, este chico me quería llevar a casa. Perdona por no cogerte el teléfono... ya sé que dije que estaría de vuelta a las seis...

-¿Las seis? ¡Son casi las nueve de la noche! Está empezando a oscurecer. Venid conmigo. Os llevaré a casa, a los dos -antes de girarse, le dedicó al rubio una mirada de desconfiada.

Nos metimos en el coche, yo en el asiento de copiloto y Aleksan atrás. Mi tía no pronunció palabra durante el trayecto. Y yo estaba muy cansada para hablar. Sólo me pude despedir cuando llegamos a la calle donde vivía el chico.

-Gracias por tu ayuda, recupérate pronto. Nos vemos.

Tras poner el coche en marcha, mi tía recitó un hechizo para sanar mis heridas. Noté como la pesadez, la debilidad y el cansancio se esfumaban. Me encontraba mejor, pero me sentía sucia. Tenía ganas de llegar y darme una ducha. Mi tía paró el coche frente al garaje y me miró.

-Cuéntame qué ha sucedido en el cementerio. Todo.

-No me vas a creer...

-Ponme a prueba.

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