Into the Other Side [Alek]

La dulce Sarah caminaba. Caminaba con la delicada presteza de una dama en su día a día, con la decisión de un soldado en plena misión, con la curiosidad de un niño en una juguetería. Caminaba con una horda de preguntas sobre cosas que ya le habían avisado que se encontraría, pero jamás hubiese imaginado que serían así. Caminaba sus primeros pasos en esa tierra ajena, tan cercana y tan distante, y en ese momento tan deliciosamente oscura que se podían ver las estrellas... ¡Ah, las estrellas! Incluso entre esas molestas luces artificiales que empleaban los humanos, la perfecta belleza de las estrellas era tan deslumbrante para su alma que casi le gana unos buenos golpes. Pues cabe aclarar que Sarah caminaba por el centro exacto de la calle, por donde a sus ojos tenía sentido caminar, y casi la atropella un automóvil en su descuido. Tomó nota mental de la posibilidad de encontrarse con esos extraños constructos metálicos -automóviles, se recordó, se llaman automóviles- en los caminos.

Con el mismo movimiento con el que esquivó el auto quedó observando el interior de una estancia sumamente particular. Muchos humanos estaban reunidos en su interior, bebiendo cosas de colores extraños y haciendo cosas aún más extrañas a unas bolas con unos palos. No sin algo de curiosidad e intentando simular que todo era parte de su rutina diaria, ingresó al local e, imitando a unos jóvenes que habían entrado justo antes que ella, se sentó en la barra.
Vedla allí. Con sus delgados tobillos cruzados, su postura perfecta, sus manos sobre el regazo, y una medida sonrisa arrebatadora.
- ¿Qué quieres, bonita? - consultó rápidamente el bartender de turno.
- Vino - señaló ella sin prestar atención, observando a los humanos, tan alegres en sus charlas y sus juegos, tan inocente y tiernamente ignorantes de lo que se desencadenaba a su alrededor.
- ¿Tinto o blanco?
- ¿Eh?
- ¿Tinto o blanco?
- Uhm, el que desee.
Cuando el bartender le alcanzó su copa ella se la llevó inmediatamente a los labios, y realmente requirió cada ápice de su fuerza de voluntad para no escupir ese desagradable zumo allí mismo. Rápidamente observó hacia todos lados, asegurándose de que nadie la miraba, y devolvió el líquido suavemente a la copa.
- Eso no es vino - murmuró para sí, observando la copa. Su rostro podía estar impasible, pero su interior era una escena de escándalo y horror.

El hombre no había retornado a ninguna de sus conocidas residencias. Cumpliendo con su palabra a James Cromwell, su existencia se había confinado a sí mismo, resguardándose en los pocos lugares de absoluta naturaleza. Necesitaba de aquél tipo de calma por un par de días o lo que había llevado incontables vidas mortales de planeamiento podía estropearse en nada más que segundos por una mala y apresurada decisión. Mystic Falls era un pueblo lleno de vampiros y otras cosas aún peores, un contacto tan temprano con esa oscuridad podría sacar lo peor de sí, destruyendo una parte de sí que había sacrificado demasiado. En primera instancia todo era muy extraño, recordaba aquellas personas con un sentimiento mucho más fuerte que lo que les debía a simples humanos; y también estaba Elena, un vampiro. Su antiguo yo la hubiese destruido nada más salir del encanto mas ahora le daba una oportunidad, una oportunidad de que mostrase algo distinto: una posibilidad de cambio. Todos estos asuntos que parecen tan sencillos y obvios para el común de la gente eran realmente una dificultad de grandes proporciones para su persona. Los días se hicieron semanas y sólo decidió volver a su apartamento luego de haber logrado establecer cierto orden a su interior y de alguna forma etiquetar ese maremoto de sentimientos que tenía dentro. Ahora tenía todos los elementos para darle la razón al hechicero, aquél lugar parecía un calabozo de tortura medieval. De alguna manera u otra, los humanos jamás dejarían de sorprenderlo incluso si ese humano en particular había sido él mismo. Tocó los paredes como si buscara un mensaje oculto, una reminiscencia de quien fue en su llegada al pueblo, sin embargo allí estaba solo y ni los muros o su mente respondieron al llamado. Se duchó para que el agua acaparase sus sentidos y luego cambiarse a un atuendo que le pareció más propio. A su fortuna, parecía compartir el gusto con su contraparte quien a pesar de las insistencias de sus amigos había dejado algo de ropa en aquél lugar.

Volvió a salir, y con su andar por las calles llegaron los saludos. No entendía bien las razones pero con cada mano que se alzaba para saludarlo su cuerpo respondía con una sonrisa, como si una memoria física había guardado aquello como un acto reflejo. Luchó por suprimirlo, mas tempranamente desistió ante la falta de un argumento que declarara el gesto como inadecuado. Ha decir verdad, mucho se le vino a la cabeza por algo tan sencillo como un hola en la calle. Su dedo indice acarició sus propios labios, como si hubiera algo allí que faltase, inmediatamente le siguió una opresión en su pecho y el sentimiento de su estomago vibrando y produciendo un cosquilleo ¿Podía ser que había enfermado? Las probabilidad de aquello era remota para no decir nula. Cuando alzó la mirada se encontró que estaba frente al Grill, el lugar donde la gran mayoría de jóvenes se reunía a pasar el tiempo libre. Algo dentro le decía que era divertido y otra parte que hiciese lo que necesitaba y marchase a su rumbo nuevamente.

Matt lo saludó desde una mesa que atendía, nuevamente se escapó la sonrisa aunque esta vez se mostraba más sincera. Otras sonrisas también respondieron al verlo y sin embargo se dirigió directo a la barra por algo que necesitaba con urgencia para calmar el caos interno -Agua, por favor- dijo aún sin sentarse. El único puesto libre era al final de la barra junto a una jovencita desconocida. Eso era extraño, pues estaba seguro de tener bien contabilizada y estudiada la población de Mystic Falls para no encontrarse sorpresas ¿Quién sería ella? ¿Otro monstruo o una presa más para el deleite de los primeros? Se sentó con desgano y largando un suspiro que se vio interrumpido por la llegada de su vaso de agua. "Aleksand" bebió de él de una sola vez hasta dejarlo vacío, la chica en cambio parecía no tocar su bebida - ¿Es demasiado fuerte para ti? - preguntó mientras los ojos del color de la cadena de plata que llevaba consigo buscaban su mirada. La sonrisa volvió a él lo que hizo que se preocupase de inmediato pues estaba dedicándosela a una completa extraña. ¿Era posible que todo su ser se expusiera de esa manera por culpa de los vestigios de un alma humana?

La joven depositó la copa en la mesa con sumo cuidado y la observó con los ojos entornados unos instantes. El horror se logró colar hasta sus ojos. "¿A esto llaman vino aquí?" se preguntó en silencio, tomando consciencia de lo repentinamente aislada que estaba allí, casi en el fondo de la barra de un mundo ajeno. Lo que realmente se decía era que no esperaba que las diferencias entre lo que consideraba su hogar y este recóndito plano en el que se hallaba ahora se evidenciaran tan pronto. Se insistía en que no debía dejar que el precioso cielo nocturno le sedujese, pues este no era su lugar para quedarse: era una misión, nada más, nada menos. La voz de un joven desconocido se dirigió hacia ella, o al menos eso percibió su distraída mente. Sólo sus labios reaccionaron, el resto de su cuerpo permaneció tan inmóvil como si perteneciese a una exquisita estatua, sumergido aún en sus pensamientos.
- Entre otras cosas. - tenue pero sombría, la nostalgia no necesitó más que esas tres palabras para colarse hasta su voz.

Su mente racionalizó el hecho de que por cortesía, al menos tenía devolver la mirada a quien le hablara, y por deber estaba obligada a socializar y mezclarse con la gente. El momento parecía perfecto para ello, aunque su humor no le acompañase. Sus ojos se cerraron un instante, en el que retomó fuerzas y se hizo de su habitual dulzura. Pronto giró su rostro para encontrar la vista del desconocido con una sonrisa gentil a modo de ofrenda y silente disculpa.
- Es diferente al estilado en mi hogar. Recién llego aquí.
Aún con con una suave expresión animosa, la guardiana giró ligeramente en su taburete, apartándose de esa desgraciada copa y permitiéndose observar por un momento a los jóvenes humanos que rondaban el local por encima de su hombro. Charla trivial, le llamaban. Era el elemento base de la interacción, y la interacción era la base de toda información. Al menos, la base a la que tenía acceso en ese mundo. Simplemente tenía que confiar en su coartada, por desagradable que le resultase mentir. Sus ojos volvieron al rostro del joven, un rostro peculiar sin duda alguna, antes de que volviera a hablar.
- Mi nombre es Sarah. - sonrió extendiéndole su mano al desconocido de acuerdo a las usanzas que le habían sido instruidas. Acto seguido hizo un gesto con su cabeza, indicando la copa con su mirada - Es toda tuya si quieres.

¿Qué estaba haciendo allí? Ahora, no sólo estaba ignorando la presencia de seres sobrenaturales en el mismo espacio sino que hablaba a desconocidos con absoluta naturalidad. Ahora y siempre había sido un diplomático por excelencia y un juez de muchos destinos en la mayoría de los casos, sin embargo, sentarse a conversar sin la necesidad de una razón o protocolo se sentía como cruzar un límite tácito. El mero hecho de contemplar aquella línea borrosa desde el otro lado despertó la incerteza de si su accionar era el correcto. Era como si dentro suyo se activaran alarmas desde múltiples locaciones, como si diferentes focos de incendio intentasen arrasar con ciertas estructuras que creía axiomáticas, pero de alguna forma algo dentro suyo calmaba el fuego, repitiendo que no siempre es necesaria una razón para confiar y tener fe. Algunas veces las situaciones simplemente se dan y desaprovecharlas podía significar perder algo de gran valor. Sus prioridades volvían a revolverse lo que internamente le provocaba un agudo dolor de cabeza el cual intentaba quitar frunciendo el ceño, obviamente sin resultado alguno. Su mirada captó la presencia de dos de los vampiros locales y antes que atraerlos como a la miel para despacharlos del mundo, simplemente se quedó allí, con la mirada fija en la interlocura.

Unos rasgos finos, sus palabras y la delicada pose indicaban que no estaba tratando con una chica cualquiera. Por supuesto, las clases y clasificaciones humanas no eran de su incumbencia pues el respondía a valores mucho más altos, donde el dinero no es nada más que algo efímero, y la justicia y pureza del corazón forman la base de la esencia de la persona. Por supuesto, un juicio de tal virtud no podía llevarse a cabo con una conversación tan trivial, las acciones finalmente son lo que denotan a uno. Amplió su sonrisa solo para reconfortar a la chica y aumentar su sensación de seguridad, había algo de lo que podía estar bien seguro y eso era que nada malo pasaría en su presencia- Bueno, Mystic Falls se destaca por ser completamente único, pero descuida, entiendo el sentimiento. Un año atrás era yo quien ocupaba esa silla- movió su vaso para que el bartender volviese a llenarlo aún si era solo de agua. Una vez hecho esto, poso sus ojos en el liquido, moviendo el contenido haciendo uso de su mano- El agua es un elemento muy particular. Es pura y beneficiosa. No es conflictiva ya que siempre tomará la forma del objeto que la contenga, una verdadera maravilla- y en cuanto terminó aquella explicación que parecía salida de la nada volvió a vaciar su vaso. Hecho esto redirigió su mirada a quien se había presentado como Sarah- Será mejor que no me dejes continuar con ese tema o el día caerá sobre nosotros sin haberme dado cuenta- inmediatamente extendió la mano para estrechar la de la señorita- Y el mio Aleksand. Seas bienvenida a Mystic Falls, Sarah- Era extremadamente curioso que utilizase aquel nombre para presentarse, ya no necesitaba de su uso y aún así seguía empleándolo. De alguna manera quizás era para mejor y eso evitaría levantar muchas sospechas de quien alguna vez lo había conocido como tal.

Su mirada volvió a girar, esta vez para dirigirse a la bebida que ella había indicado. El olfato denotaba que poseía alcohol. Aquella era otra particularidad muy interesante, ya que esa forma de guiarse por el mundo era más digna de un cazador que de sí mismo. Fue en ese momento en que también se dio cuenta de que tenía gran parte de su audición en todas las charlas de los presentes,aunque ninguna de ellas realmente le llamase la atención, ya que de hecho estaba muy acostumbrado a lo que se oía por el Grill. No tuvo más remedio que negar levemente con la cabeza ante el ofrecimiento para luego disculparse- Lo siento pero no bebo. ¿Será que gustan las frutillas? Das la sensación de que así es - otra vez, guiado más por el aroma floral que emanaba de ella volvió a actuar, ordenando al encargado que se llevase el vino para servirle un más apropiado jugo de frutillas. Por su parte estaba muy negado a volver a consumir alcohol. James Cromwell había demostrado que los destilados humanos tenían un efecto devastador sobre su psiquis y aunque ahora la situación era completamente distinta, no estaba de ánimos para andar haciendo pruebas- Debo preguntar...¿Qué te trae por aquí? Si se me permite, debo decir que pareces más una dama inglesa que una chica de pueblo- dijo mientras señalaba el vaso de jugo indicando que tenía toda la libertad para beber de el.

Las palabras del joven, junto a su expresión, le resultaron entretenidas por alguna razón. Mystic Falls era mucho más único de lo que cualquier humano pudiera imaginar. Al menos, de alguna forma él había estado en una situación similar a la suya, cosa que en cierto modo le hacía sentir menos incómoda. Sarah se permitió devolverle la sonrisa al desconocido antes de expresar comentario alguno.
- ¡Qué fortuna la mía! Al menos alguien comprenderá cuán perdida estoy...
Observó cuidadosamente el vaso del joven mientras él divagaba sobre el agua, conteniendo un gesto de extrema curiosidad. ¿A qué vendría el repentino interés del joven por el agua? ¿Sería algo usual en los humanos tal fascinación por un elemento tan insignificante, abundante y monotonamente simple? La guardiana rápidamente recordó los colores de las bebidas en los vasos que había observado desde el exterior, respondiendo su propia pregunta. - Como en todo, depende de la medida con la cual se la observe. Dudo que las inundaciones no sean conflictivas. - se limitó a señalar, arqueando sus cejas y relajando sus facciones.
Aleksand. El nombre le llamó la atención, y durante un momento jugó con su fonética en su mente. Sonrió e hizo un gesto con la cabeza a modo de respuesta a la bienvenida - Gracias, Aleksand.

No sin cierto entusiasmo, asintió a la consulta del humano - Supongo que es fácil leerme, aunque ¿acaso hay alguien a quien no le gusten las frutillas? - sonrió con presteza mientras apoyaba su codo en la barra, dejando descansar unos instantes su mentón entre sus dedos. No retiró sus ojos de Aleksand mientras él hacía el pedido correspondiente. ¿Quién sería? se preguntaba. Tal vez habría sido mejor preguntarse qué era, aunque de alguna forma, eso no resultaba tan importante como el quién.

Agradeciendo con un gesto de su rostro, tomó el vaso de jugo entre sus dedos y jugó con él por unos instantes.
- Dama inglesa - paladeó con suavidad el término que el joven empleó para referirse a ella, entretenida con el mismo, y negó con la cabeza - Casi aciertas. Francesa. - corrigió con gentileza. Dio un sorbo a su vaso mientras su mente repasaba cuidadosamente los aspectos de su historia, tan meticulosamente tejidos por sus superiores antes de enviarla allí. Por suerte para ella, no tenía necesidad de presentarle más información que la estrictamente básica - Hace unos años falleció un pariente lejano de mis padres. Nadie en mi familia lo conoció, pero dado que no tenía herederos, luego de dar vueltas por el sistema legal norteamericano los papeles de sus pertenencias nos llegaron a nosotros. - cosa que le recordó que debía pasar por el viejo hogar del desafortunado señor Navilliat y ver si estaba habitable, ya que le habían señalado que la estructura "podía llegar requerir alguna reparación menor" - Y la curiosidad es, por fortuna, uno de mis defectos,... así que vine a pasar una temporada.

La joven concluyó con una sonrisa amistosa antes de bajar su vista al vaso y dar otro trago a la dulce, deliciosa bebida fresca. La ocasión era perfecta para obtener algo de información a cambio de la ya entregada. Cuando alzó su vista, su mejor mirada inquisidora había elegido casualmente posarse en sus ojos, junto con una expresión alegre.
- ¿Y tú? ¿Se puede saber si te arrastraron o viniste por voluntad propia?

Perdido. Con los recientes eventos se podía decir que hasta él mismo había vuelto a aquél estado en donde la dirección la que tomar era más que incierta. Habiendo recobrado parte de su poder y persona, lo más sensato era volver a la Dimensión Oscura y sin embargo una extraña fuerza seguía reteniendolo en aquel pueblo de mala muerte ¿Era el deber ante la presencia de tanta maldad en un mismo sitio? No podía decirlo, las cadenas que antes lo mantenían ahora se habían extendido para estrechamente atarlo a Mystic Falls. Por supuesto podía ayudar ¿Mas cuanto tendría permitido hacer sin terminar provocando una guerra allí mismo? Después de todo, sus métodos para llegar al mundo habían estado muy fuera de lo convencional y llegada su presencia en la Dimensión Humana a oídos de la Corte equivocada sería como firmar el inicio a un pronto apocalipsis - Teniendo eso en cuenta, si llegas a necesitar algo no dudes en pedirlo- Cómo era típico en él, debía de tener casi todas las variables en el mayor control posible y eso incluía conocer a cada alma nueva que pisaba los lindes del pueblo sin excepción. El chico se acomodó en su lugar, signo de que la charla le interesaba y que aquello no quedaría sólo como un saludo pasajero - Antes que eso sería mejor preguntarse ¿Para quién son conflictivas? Quierase o no, el movimiento del agua es algo absolutamente natural. Creo que la culpa estaría mejor posicionada en aquellos que buscan ganarle terreno sin medir las consecuencias. El mundo se basa en eso, nada es aleatorio. Quizás el poder de los sentimientos sean la única excepción- Esa era la principal enseñanza que había obtenido de toda la experiencia, ahora podía decirlo mas no estaba del todo seguro de si lo entendía a la perfección. Paso a paso , repitió para si mismo- No tienes que agradecer nada, creo que suficiente tortura son mis palabras para alguien que recién conozco- dijo de volviendo la sonrisa. Un poco dentro suyo quería parar, dejar de sonreir y sin embargo otra parte de él seguía alentándolo a no dejar eso de lado ¿Quién ganaría al final?

- No es que te haya leído demasiado, con sólo verlo desde tu posición, una que también ha sido la mía fui capaz de alcanzar una respuesta. Además, las frutillas también son buenas para uno - dijo guiñando un ojo como chiste que continuaba su peliculiar observación respecto del agua- Francesa, ciertamente me ha faltado poco. Por mi parte soy alemán y apenas llevo un año por aquí- comentó dejando escapar una acento germano más marcado. Obviamente no podía decirle que venía de otra Dimensión y a lo que se dedicaba, de alguna manera debía mantener la fachada que Aleksand había procurado crear con mucho esfuerzo. Por un momento recordó lo fácil que se le hacía al cazador este tipo de interacción y la sencillez de mente de la que gozaba. Ahoram con él al mando todo se complicaba. El universo en sí es complicado ¿Por qué habría de ser menos?- Lamento tu pérdida- dijo en un tono más bajo y solemne. Si se prestaba la suficiente atención se podía jurar que el chico seguía moviendo los labios sin llegar a pronunciar nada... estaba deseándole a aquella alma un buen y justo lugar de descanso.

La forma en que Sarah posó su mirada sobre él le hizo soltar una inmediata carcajada, aquella forma de mirar la conocía demasiado bien para pasarla por alto. No se lo conocía como "El Juez" por nada. Divertido, apoyó su codo sobre la barra y su mejilla sobre su mano para pensar y contestar- Esa es una cuestión muy complicada. Parte de mi vino arrastrada y ahora quiere quedarse, mientras que la otra vino por voluntad y ahora quiere irse. Hmh, no creo estar teniendo mucho sentido. En fin, vine desde Alemania por trabajo y ahora que esta hecho debo decidir que quiero hacer- como un acto reflejo, su propia mente buscó otro tema por el cual escabullirse- Dime Sarah ¿Tienes ya un lugar donde quedarte? Recuerdo que cuando llegué por poco no dormí en la calle si no fuera por el alma caritativa de una señorita y su posada- Esa era Alice. Una chica cuya bondad pareció no conocer límites hasta que fue vilmente convertida en un vampiro. En Mystic Falls había demasiadas bajas de ese estilo. Un pueblo corrompido hasta su propia médula- Mi anterior departamento esta libre si así lo deseas- dijo como si nada, sin llegar a demostrar ni un ápice de los complicados pensamientos que tenía

Sarah se abstrajo unos instantes estudiando en detalle a su inesperado compañero de asiento. De aspecto pulcro, joven, pero no por eso menos caballeroso, y gestos confiados y amables. Tal vez sus expresiones parecían un tanto gastadas, pero a nadie se le podía culpar por tal crimen a esas horas de la noche. Estaba en presencia o de un genuino gentil humano, o de un impecable mentiroso. Cuál de ambos era el caso, era una cuestión que debería develar con el tiempo. Sin embargo, no era su interés inmediato. Su mayor don y maldición era la curiosidad: la guardiana no podía negar que quería aprender cuanto pudiera de él y de todo lo que le rodeaba en este nuevo mundo, pero su afán por información no era impulsado por su innato deseo de proteger y resguardar el equilibrio, sino por el simple hecho de conocer. Saber en qué terreno estaba. Descubrir cosas. Sentirse, tal vez, un poco más a gusto con el nuevo ambiente.
Desdeñó esta cadena de pensamientos y arqueó las cejas para contestar a Aleksand.
- Por ahora creo que no necesito nada, pero de llegar tal ocasión espero poder encontrarte - alerta de mentira descarada, tenía problemas, pero no le agradaba pedir ayuda. Su expresión devino en una sonrisa, un gesto que estaba casi atado a sus facciones. Saber cuándo Sarah estaba enojada era sencillo: era la única circunstancia en la que pasaba más de diez segundos sin torcer sus labios hacia arriba, en una mueca de gozo, cinismo, compasión o simple simpatía.
Escuchó atentamente al joven unos momentos, y tras concluir permaneció observándolo en silencio un instante, midiéndolo con un nuevo estándar. Sus palabras guardaban más sentido del que él probablemente pudiera ver.
- Ciertamente, nadie podría estar en desacuerdo con tal afirmación. Aunque hay ocasiones en las que no hay más opción aparente que ganarle terreno al agua... - "...y así nacen las guerras" concluyó para sí la guardiana, con un atisbo de interés renovado por el joven desconocido en sus ojos. Una risa suave fue la respuesta al próximo comentario que él expresó, y pronto se enredó con su voz - Oh, si todas las torturas fueran así algunas prisiones serían un deleite.

- La vieja combinación de empatía y cuidado de la salud, ¿eh? - comentó ella, sin molestarse en contener un tono jocoso. Esto le agradaba. Aparentemente, la gente -o al menos Aleksand- era un poco más receptiva al humor en esta Dimensión, a diferencia de los superiores inmediatos de Sarah. El marcado acento que el humano mostraba ahora le causó gracia. Sus superiores le habían intentado enseñar, un poco a las corridas, a que hablara con acento francés, pero era una tarea imposible. Ella hablaba todos los idiomas que quisieran con perfecta e impecable neutralidad, para su desgracia. - Vaya, alguien más del Viejo Continente. Al menos te has adaptado bien, o eso parece. - comentó ella al tiempo que intentaba con todas sus fuerzas reprimir una risilla. Sólo había replicado porque siempre le había causado gracia la expresión Viejo Continente y nunca la había podido emplear en una frase. Aparentemente, esta nueva dimensión estaba llena de oportunidades para cosas extrañas, como sentarse a hablar amenamente con un desconocido o emplear expresiones extravagantes.
El comentario del joven no disuadió a su cuasi indeleble sonrisa, sólo la suavizó, atenuando apenas el brillo de sus ojos - No hay nada que lamentar en el ciclo de la vida. Y de todos modos, nunca tuve el gusto de conocer al buen hombre. Aunque espero aprender algo de él cuando revise su casa.
En silencio, Sarah inclinó su cabeza mientras se dedicaba a prestar atención a la historia de Aleksand. Realmente no tenía mucho sentido, pero si el propio humano lo reconocía al menos no era una cuestión de incapacidad de comprender por parte de ella, cosa que la dejó tranquila.
- Espero que encuentres tu camino pronto - fue lo único que alcanzó a decir ella antes de que él rápidamente cambiara de tema. Eso, en conjunto con la repentina incapacidad de expresarse de un ser que hasta ahora había resultado sumamente coherente y comunicativo, era un claro indicativo de que él no estaba cómodo con el tema. Cosa que sólo alimentaba la curiosidad de la joven, pero no lo empujaría adonde él no quisiera ir: no era quién para hacerlo. Por otro lado, el tema que él señalaba era una cuestión ciertamente importante en su situación actual. Recogió el vaso de jugo entre sus manos y lo observó, pensativa. No le agradaba pedir ayuda, pero cuando se le ofrecía tan gustosamente no podía hacer menos que considerar aprovecharla.
- Se supone que me estaré quedando en el hogar del difunto señor Navilliat, aunque me comentaron mis padres que la casa probablemente necesite algunas reparaciones... incluyendo puertas que cierren y techos que no se lluevan. Pero mi equipaje se perdió en el aeropuerto, - alerta de mentira piadosa, pero fue la única excusa que se le ocurrió en el momento. El contacto que debía recibirla de éste lado con dinero, ropa e información avisó a último momento que un contratiempo le impediría encontrarla hasta dos días más tarde. Ya arreglaría cuentas con él, pero por ahora no estaba demasiado preocupada. No había problema que no tuviera solución, observado con suficiente paciencia. - no llegará aquí hasta dentro de dos días, y no tengo más que... - la joven titubeó, sus ojos entrecerrándose - diecinueve dólares, cincuenta centavos y un caramelo de limón en mi haber. - concluyó ella, con una mueca. Dio otro sorbo al vaso de jugo, terminando de vaciarlo, disfrutando los últimos rastros de ese dulce sabor que aún rondaba por sus labios. Le parecía inapropiado ir a molestar a la señorita tan tarde en la noche, pero la idea de dormir en la casa de Navilliat no le resultaría atractiva hasta que viera el estado en el que realmente estaba. - ¿Será que tu caritativa posadera es lo suficientemente piadosa para fiarme dos días de renta? ¿O tal vez pueda asistirle en las tareas del lugar para pagarle? - consultó, depositando nuevamente el vaso ya vacío en la barra.

Artemis era demasiado observador como para dejar pasar que su interlocutora lo inspeccionaba de la misma manera que él a ella. A pesar de ello su forma de actuar se daba de manera muy natural y poco forzada. Tan acostumbrado a juzgar el corazón de los seres que no tardó en hacer lo mismo con la chica. Para su fortuna, la categoría escogida estaba entre las mejores pero si realmente deseaba darle un lugar en un circulo de confianza, un juicio propiamente dicho debía de ejecutarse y todo lo que algo así conlleva. El chico llevó su mano al bolsillo para cerciorarse que el importante objeto que llevaba con él no se hubiese perdido. Era un recordatorio de la vida que había tenido en la Tierra, un memento de su trabajo y las personas que había involucrado ¿Qué era de la vida de Elena Gilbert ahora? Sintió el frío metal alcanzar su tacto, el prendedor seguía allí. Algo dentro de sí mismo le decía que su antigua protegida estaría bien.

-Algunos dicen que suelo encontrar a aquellos que tienen problemas cuando más me necesitan. Yo que tu no me preocuparía tanto por esa cuestión. El universo entrelaza caminos de acuerdo a las voluntades de las personas, si realmente lo deseas allí estaré- su voz sonaba más informativa que lo misteriosa que podría sonar luego de soltar tales palabras. Las leyes y los mecanismos de las Dimensiones eran su pan de cada día y trataba a la temática como tal aunque realmente existieran muy pocos seres que pudieran seguirle el razonamiento. El rubio sacó su mano del bolsillo y la apoyó sobre la barra, girándose un poco más para centrar toda atención en Sarah. Las siguientes palabras de la señorita lo habían tomado por sorpresa y como respuesta innata sus mejillas se llenaron de rubor. La sensación era absolutamente extraña siendo que el guardián jamás la había experimentado en su eternidad de existencia. Con el rostro mostrando una mirada de cierta preocupación y confusión, llevó una de sus manos a la cara. ¿A que se debía ese calor que se expandía sin control? Artemis intentó serenarse como pudo y no encontró más remedio que continuar con la conversación aún si su voz se mostraba temblorosa y frágil- Estaba considerando que mis palabras hicieran replantear las acciones de las personas. Las prisiones están hechas para el aprendizaje y la redención ¿Verdad?- terminó su oración en una pregunta porque era justamente lo que sentía dentro suyo. ¿Era esa una idea suya o formada en su estancia como mortal? Poco a poco esa línea se hacía cada vez más borrosa y no sabía si alegrarse por eso o sentirse horrorizado. Inspiró profundo con el objetivo de tranquilizarse ¿Quién diría que una simple conversación podía convertirse en una labor titanica?

Estuvo por comentar que tenía sus años adaptándose a la vida como tal pero tuvo que detenerse a sí mismo. Esas palabras podían despertar cientos de ideas erróneas en Sarah, eso sin llegar a nombrar las posibles sospechas de que él, no era una persona normal y corriente- Supongo que la rutina me ha hecho adaptar a la vida americana pero hay momentos en que no puedo evitar preguntarme a mi mismo ¿Que hago aquí?- Esa era su pregunta del millón. Habiendo liberado el sello Artemis ya era libre de volver a sus obligaciones como un autentico guardián, y sin embargo seguía rondando por Mystic Falls aparentando ser un estudiante de secundaria con un pasatiempo de guardabosques y el trabajo nocturno de cazador de monstruos. No sobra decir que de por sí su vida mortal no había sido de las más normales. A pesar de la batalla interna que cada palabra de Sarah provocaba en el interior del joven rubio este se sentía cómodo escuchándola. Signo de esto era la sonrisa en su rostro que tampoco disminuía ni un ápice a pesar de los minutos que transcurrían. Ver aquellos dos seres cara a cara era como quedarse mirando una postal o esas fotos que trascienden al tiempo por la expresividad en los rostros de las personas capturadas. Sin siquiera notarlo ambos compartían un gesto que salía desde la más recóndita raíz de sus naturalezas.

El chico de ojos de plata escuchó todo lo que la señorita francesa tenia para decir, asintiendo con la cabeza al final de cada frase para que ella estuviera el tanto de que oía cada palabra que escapaban de esos finos labios. Finalmente amplió su sonrisa y volvió a hablar con energías renovadas y una especie de tono divertido en sus palabras- Entonces que no se diga más, el caramelo de limón hará el truco- dijo guiñando un ojo y extendiendo su mano hacia ella para aceptar el trato. De hecho, el guardián disfrutaba de las cosas ácidas y sólo por eso lo acepto como pago. Por su parte, las tareas del hogar y las compras eran actividades completamente fuera de su vida rutinaria más aún viviendo en la mansión Cromwell por lo que si probaba algo en especial era porque lo ponían justo en su plato y no porque fuera a buscarlo por voluntad propia. La comida tenia el objetivo de asegurar el correcto funcionamiento de los organismos y el placer en el gusto no estaba entre sus prioridades. De esa manera, el intercambio era mucho más que justo.

Habiendo cerrado el trato se incorporó de la silla con un leve salto, tendiéndole la mano a Sarah para invitarla. Sin siquiera esperar una reacción de ella pagó por la bebida de ambos y le volvió a hablar - ¿Jugamos? - preguntó señalando con la cabeza una de las mesas de pool presentes en el Grill. Caminó hasta allí siendo seguido de cerca por su nueva conocida. Tomó un palo para cada uno y se lo alcanzó con una sonrisa - Normalmente las damas irían primero pero deberé pedirte que me dejes romper- comentó mientras preparaba cada elemento y los ponía en sus respectivos lugares. Una vez hecho tomó su posición en el lado frontal de la mesa y agudizó la vista en la bola blanca y los objetivos. Inconscientemente estaba cometiendo un error garrafal mientras su mente consideraba cada una de las variables, ordenes y trayectoria de los objetos. Veía de manera muy clara y sencilla como romper aquella estructura y con un movimiento preciso de su brazo la bola blanca golpeó la punta del triangulo. En cuestión de segundos todas y cada una de las otras esferas habían ingresado en los hoyos a excepción de la 8 que no se había movido ni un milímetro de su lugar. Era demasiado tarde para deshacer su error -Cielos...- dijo dejando escapar una mueca de disgusto ante su accionar. Difícilmente podía considerarse una cuestión de suerte. Su sonrisa tembló levemente, símbolo del nerviosismo que había provocado sobre su propia persona. El golpe había sido preciso, demasiado preciso. -Creo que no es muy divertido jugar conmigo- admitió escogiéndose de hombros. Quizás Reichen tenía razón en eso.