Buscando la verdad {Joe Adams}

Por fin había conseguido volver a casa. Eric caminaba por el bosque camino de su casa.
Había pasado la mañana por la ciudad de Mystic Falls, en el hospital, en la cafetería con Meredith. Pero todo eso no le había hecho olvidar a la joven que había salvado en el bosque. Por más que había investigado por la ciudad no había encontrado a nadie que pudiera decirle nada sobre la joven, nada sobre esa chica que había salvado aquella noche. Se había pasado casi todo su tiempo desde aquel día pensando en la joven, en si se encontraría a salvo. Lo había dejado allí en el bosque y ya, lo único que le había dicho era su nombre. Si no fuera porque recordaba como era la joven físicamente no sabía como iba a encontrar a la chica.
Eric siguió caminando distraído por el bosque, sabía muy bien hacía donde iba. ¿Quizás hacía la casa donde había visto por ultima vez? El chico siguió caminando distraído pensando en la joven.

He descubierto una cosa. El colgante que me regalaron mis padres tenía algo que me iba a proteger de los vampiros, de su control mental al menos. Me habría librado de aquel encuentro... estúpida manipulación mental. Malditos vampiros. Lo peor es que no lo encuentro. Mi abuela asegura que cuando llegué a su casa no vio nada pendiendo de mi cuello. Y Rosemary tiene muy buena memoria, cosa que a veces no resulta ser bueno, al menos para alguien que no sea ella. Mi padre me contaba que mi abuela no se olvidaba de los líos en los que se había metido cuando él era pequeño. Así que, definitivamente, el colgante se me cayó antes de llegar aquí corriendo como una loca. No está en los alrededores, de lo contrario lo habría visto al salir de casa ―aunque no he salido mucho―, así que tiene que estar... en el bosque.

Mierda. Estoy justo delante de la entrada del bosque. En realidad no recuerdo cómo he llegado aquí, bueno, sí, pero es una forma de hablar. He tratado de no pensar en lo que voy a hacer para poder venir, pero ahora que estoy a punto de entrar, me acobardo. No quiero entrar ahí otra vez, es donde conocí a Aleksand, que no me causó ningún daño, pero también es donde perdí a mis padres... y a lo mejor ese colgante está en la casa... Respiro hondo cerrando los ojos y empiezo a adentrarme entre los árboles, después de haber abierto los ojos otra vez. Camino con cuidado, no quiero volver a echarme a correr y hacerme sangre en el labio por caerme rodando. Paso una media hora buscando y sigo sin encontrar nada. ¿Cómo demonios voy a encontrar el colgante en este sitio tan grande?

―¡Maldita sea, ¿Dónde demonios estás?! ―grito, estoy de mal humor.

Eric no paraba de caminar por el bosque. ¿Se había perdido? La verdad es que no tenía mucha prisa por averiguar si realmente se había perdido o no. ¿Que otras cosas tenía que hacer? Lo cierto es que nada ocupaba su mente ahora mismo... Bueno si, la chica a la que estaba buscando pero ese era otro asunto; que por lo que veía no iba a conseguir averiguar.
El chico se estaba cansando de andar cuando vio uno de los arbustos que estaban cerca de él mover. A pesar de que desde la muerte de su padre no había vuelto a entrenar, todos sus instintos de supervivencia se pusieron alerta. Al ver que nada salía del arbusto, el joven, curioso, se acerco para averiguar que era lo que hacía que se moviera. Al revolver entre las ramas, un pequeño conejo salió corriendo asustado por los movimientos que el muchacho había provocado en el arbusto.
-Que tonto...- Se dijo en voz alta, burlándose de lo asustadizo que se había vuelto, pero apenas pudo acabar la frase al ver como un joven caminaba con la vista perdida de un lado a otro como buscando algo por el suelo.

Esta mierda no aparece, y ya la llamo “mierda” porque estoy pasando de estar de mal humor al cabreo completo. Sí, aparte de ser seria, también mi mal humor ha aumentado considerablemente, sobre todo después de que tengo que orinar de pie. Dios, no quiero ni acordarme de eso, cada vez que lo hago me dan ganas de ir al baño y siento un horror que me recorre. Peor es cuando me ducho. ¡Pero ese no es el caso! El caso es que no encuentro ese colgante con... ¿verbena? Sí, eso creo recordar de lo que me ha dicho mi abuela. ¡¿Cómo he podido perder ese objeto que me regalaron mis padres?! ¡Soy un completo desastre! Doy un respingo cuando un conejo pasa corriendo a frente a mí y suelto un grito que sale extraño debido a mi voz masculina.

―¡A la mierda! ―exclamo, dispuesta a marcharme de aquí. Pero, cuando echo un último vistazo para cerciorarme de que el colgante no está en los alrededores, le veo. Hay otro chico aquí, frente a mí. Deseo profundamente que mi rostro no esté mostrando sorpresa o perplejidad. Es Eric. Si soy sincera, nunca pensé en que volvería a verle, sólo sé su nombre y no se me ha pasado por la cabeza que sería fácil verle a menudo porque seguramente vive en Mystic Falls. ¿Y ahora qué hago? No quiero hablar con él, me salvó la vida, porque sin él me habrían matado como a mis padres, pero me siento reacia a los chicos, no puedo evitarlo. Y eso que ahora yo... casi soy uno de ellos. ―No deberías estar aquí, no hace mucho que mataron a un matrimonio en este sitio. ―se me casca la voz. No puedo con esto, siento que, de repente, me derrumbo. ―Me piro. ―me doy la vuelta y me voy, o eso intento, porque me da un mareo por culpa de estos pensamientos dolorosos y tengo que apoyarme en un árbol, de espaldas a él. ―Maldita sea... ―murmuro, sintiendo que todo me da vueltas.

Se había quedado observando al chico que se había asustado ante la presencia del conejo, no recordaba haberle visto antes por Mystic Falls; pero se queda mirando divertido, al parecer se estaba comenzado a cabrear por no encontrar lo que estaba buscando en el suelo. Al ver como se da cuenta de su presencia, Eric cambia su sonrisa divertida por otra de amabilidad para no volver a asustar al joven. Eric siente una punzada de curiosidad, ya que el otro joven comienza a observarle como preguntándose seguramente que debía hacer. Cuando estaba apunto de hablar, aunque no sabía muy lo que pensaba decirle, la voz del desconocido le distrajo. -Eso es verdad. Pero sin embargo tu estas aquí igual que yo.- Su contestación había sido puramente mecánica, pues de entre todas las cosas que había pensado que el chico le diría, justamente esa no se le había ocurrido.
-¿Quien eres?- Le pregunta rápidamente cuando intenta marcharse. Al ver que no le contesta se acerca a él a tiempo de ver como su cuerpo comienza a temblar. Apenas le da tiempo de sujetarlo antes de que caiga al suelo.

La típica respuesta. Pero tú no estás buscando algo muy importante. Soy demasiado antipática últimamente, tanto que ni yo misma me soporto. Tengo demasiada mala leche, al menos antes sólo era alguien seria. Ahora también tengo instintos agresivos y muchos arranques. Creo que mi interior también está sufriendo los cambios de mi cuerpo. Vamos, Joe, recomponte, tienes que salir de aquí. Me ha agarrado. Por un momento siento comodidad y calma porque no me he caído al suelo, pero luego recuerdo quién me está sujetando y me deshago de él como si estuviese espantando moscas. Por eso, estoy a punto de volver a perder el equilibrio, pero logro estabilizarme yo sola y le miro.

―No me toques. ―le digo con nerviosismo, pero no muestro enfado en mi voz. En realidad no estoy enfadada, él no me ha hecho, es más, en el fondo le agradezco que me salvase, aunque... en ocasiones deseo haber muerto junto a mis padres. ―¿Para qué quieres saber quién soy? ―le pregunto de forma defensiva, si le digo que me llamo Joe a lo mejor se acuerda de mí como chica, pero dudo que ate cabos para pensar que por alguna extraña razón que desconoce, ahora soy un chico, y aún así, prefiero no decirle cómo me llamo. Al menos he de alegrarme porque no se me ha escapado llamarle por su nombre.

Eric estuvo apunto de caer porque a pesar de que había intentado ayudarle y salvarle de una caída; él lo había rechazado bruscamente. ¿Que había hecho de malo? Miro al chico algo confundido. Siempre se había caracterizado por su caballerosidad, por su habilidad para ayudar a lo demás pero parecía que esta vez el joven no necesitaba ninguna ayuda por su parte.
Las reacciones del desconocido le parecen algo exageradas, estaba -o puede que sea cosa suya- algo asustado. -Es simple cortesía. Lo normal.- Comento aun extrañado por la reacción. No sabía que era lo que había podido hacer para que él se encontrara así, pero no le agradaba nada esa situación. -¿Por que no dejas que te ayude? ¿De que tienes miedo?- La curiosidad de Eric, no podía aguantar que las pregunta salieran de su boca. Sabía que había muchas cosas raras en Mystic Falls, pero ¿que podía ser tan malo, como para asustarle?

Me está empezando a molestar sobremanera una cosa. No tiene que ver con la gente sino conmigo ¿Qué demonios me pasa? Me molesta mucho el hecho de que estoy más antipática que de costumbre. Ya no sólo estoy seria sino que también me enfado con facilidad. Me pasó con Alek y me está pasando con Eric también. Respiro hondo cerrando los ojos. Así trato de calmarme, esta vez mi voz interna más sensata parece más fuerte que durante mi encuentro con Aleksand. Lo consigo, he conseguido calmarme y volver a ser la Joe tranquila e indiferente ante todo de siempre. Es un gran alivio porque si me enfrento a los demás con calma, aunque sea seca, es mejor que si voy enfadada y con violencia, y no quiero eso, no me gusta demasiado la gente pero no soy tan mala como para vengarme.

―No necesito ayuda, Eric. ―le respondo y no puedo evitar abrir en desmesura los ojos. La he cagado, al final la he cagado. Mierda ¿Y ahora qué voy a hacer? ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? Ahora me va a preguntar que cómo sé su nombre y yo no sabré qué responderle. No puedo decirle que una bruja me hechizó por error y me convirtió en hombre. Esto es un asco. Estoy lo suficientemente cuerda como para no volver a soltar lo de la brujería, aunque Eric... él pareció creerme cuando le dije que los asesinos de mis padres eran vampiros, así que... ¿Me creería si le dijera que ahora soy un hombre? No lo sé, pero no quiero arriesgarme. Me muevo para irme, de repente me encuentro bien anímicamente, y entonces lo veo. Algo brilla más allá, a lo lejos. ―Adiós. ―digo solamente y empiezo a andar hacia eso que he visto. Es lo que buscaba, es mi colgante. Lo cojo y lo miro con los ojos brillantes por la emoción, aunque el resto de mi rostro sigue impasible.

No llegaba a entender porque el desconocido se mostraba tan descortés con él. ¿Le había dicho algo malo? Pero lo cierto es que no recordaba que de su boca hubiera salido ninguna palabra inoportuna que hubiera podido molestarle, por lo que a él si le molesto bastante el trato que este le estaba ofreciendo.
Cuando estaba apunto de preguntarle que era lo que tenía en su contra, este pronuncio una frase que lo dejo sin palabras. ¿Acababa de decir su nombre? ¿Había oído bien? ¿Como es que sabía su nombre? Eric le observó, le resultaba algo familiar la cara del joven pero estaba totalmente seguro de que no lo había visto antes. ¿Le estaba pasando?
Eric vio como el joven observaba a su alrededor, se quería marchar. Había llegado tarde a la conclusión, pero corrió tras él hasta el matorral para ver que era lo que había estado buscando. Al ver como este se entretenía mirando un colgante, el chico termino por perder los nervios.-¿Que estas haciendo aquí? ¿Quien eres? ¿Como sabes mi nombre?- Entre la curiosidad y la efusividad, Eric había sujetado al chico desconocido por los hombros y había comenzado a zarandearlo para que respondiera a sus preguntas.

Definitivamente es el colgante. Acierto a coger la trinca pero cuando voy a ponérmelo veo que se me ha puesto delante el chico, el tonto de Eric, que no aprende y no debería estar aquí después de lo que pasó cuando nos conocimos. Mierda, me está tocando, ¿Pero qué le pasa a todo el mundo? ¡¿Por qué se empeñan todos en invadir el espacio vital ajeno?! ¡Maldita sea! Me está poniendo de mala leche, porque no sólo me está tocando, sino que también me sacude, Dios ¿Qué se cree que soy? ¿Un saco de boxeo o qué? Mi ceño finalmente se frunce, eliminando el gesto indescifrable que tenía hasta ahora en el rostro.

―Eh. ―pero no me hace caso, me sigue zarandeando y haciendo preguntas que no son de su incumbencia o que no le voy a responder. ―Eh, ¡Eh! ―le doy un empujón, y así logro soltarme de su agarre. En realidad no le he dado un puñetazo porque aún le debo una, o más, porque salvarme la vida es algo... que nunca olvidaré. No le contesto de inmediato, sólo me separo de él. Me doy cuenta de que se me ha caído el colgante y eso me hace sentir enfadada. Me agacho para recogerlo y lo guardo con fuerza en mi puño. ―No es asunto tuyo qué hago aquí ni quién soy. Y... no sabía tu nombre, pensaba en otra persona. ―la he cagado pero bien.

Según estaba comenzando a parecerle al chico no iba a sacar nada en claro con el desconocido. ¿Acaso no podía ser simple y contestarle a las preguntas sin aponerse? Se le había quedado mirando a la espera de una respuesta pero ya sabía que no le iba a ser tan fácil sonsacarle la información. Nunca había sido fácil con nadie, pero necesitaba saber de que lo conocía y que era lo que estaba pasando.
Le soltó viendo como se había puesto. Su actitud le parecía bastante irascible, no parecía estar de buen humor, como él. ¿Pero que era lo que le cabreaba tanto? Solo le estaba pidiendo una simple explicación, ¿o era mucho más? -Porque no puedes simplemente responder a mis preguntas.- Había comenzado a desesperarse por el juego tan absurdo que había comenzado. -Dime solo como diablos sabes mi nombre.- No le gustaba enfadarse, pero esta comenzando a perder la poca paciencia.

Se me ha quedado mirando, y yo me he quedado mirando a él. Al verle a los ojos se me ha pasado toda la mala leche, he sentido como si me hubiese caído una jarra de agua fría encima, le estoy tratando fatal, y él no se lo merece. Él me salvó la vida, él es de las pocas personas jóvenes que han sido amables conmigo desde el principio y no se ha alterado por ello hasta ahora, no le culpo. Hago una mueca, disgustada por mi comportamiento, le he tratado como no me gusta que me traten a mí, casi como hicieron conmigo la vez que estuve en un instituto.

Joe, te creyó una vez, lo hará de nuevo, es hora de que confíes más en alguien, de que tengas un amigo. ―me dice una voz en mi mente. Tiene razón, necesito un amigo, y Eric es el más adecuado para ello. Apenas le conozco pero por lo que he estado con él, debería confiar en él. Me siento en el suelo sujetando la cadena con una mano, dejando caer el colgante. Cierro los ojos un momento y respiro hondo. Tengo que contestar ya, vamos, tengo que hacerlo, no se reirá de ti.

―Tú me salvaste, Eric... ―murmuro mirando al suelo. ―Me salvaste la vida la noche en que murieron mis padres. Soy Joe, por eso sé tu nombre. No esperabas verme así si pensaste que te encontrarías conmigo algún día otra vez, ¿Verdad? ―digo volviendo la vista a él y en mi rostro, por extraño que parezca, se forma una sonrisa, leve, pero al menos es el gesto. Hace tiempo que no sonrío, así que me cuesta hacerlo ahora. ―No sólo existen los vampiros, también hay brujas... una me convirtió en... esto por accidente. ―respiro profundamente, he vuelto a mirar al suelo, y no sé si sentirme aliviada o tensa.

El joven casi había decidido rendirse con su búsqueda de información, ¿porque tenía que insistir tanto? Si seguía negándose lo único que iba a conseguir era enfadarse y decir cosas de las que podía arrepentirse, sabía como era cuando llegaba al limite.; y no quería llegar a tanto. Así que, ¿que otra cosa podía hacer? No podía obligarle a darle la información. Pero al parecer su intento de descubrir la verdad estaba haciendo mella en el joven, o eso es en lo que Eric creía al ver la cara que estaba poniendo.
Se había quedado algo pillado mientras escuchaba las palabras que habían salido de la boca del desconocido. -Eso es... ¿es...?- Mientras las palabras comenzaban a calar dentro de la cabeza, lo único en lo que Eric podía pensar era que la vida le estaba poniendo la cosa bastante difícil. -¿De verdad eres esa Joe?- Le pregunto con el ceño fruncido, estaba confundido con todo lo que estaba pasando. Si era cierto que no solo existían vampiros en ese pueblo, su padre también había estado confundido. -¿Algo más?- Lo había dicho con bastante sarcasmo. El paciencia estaba apunto de acabarse.

Vuelvo a mirarle, es normal que se muestre escéptico o apabullado. No todos los días te viene un tío y te dice que te conoce y que le conoces, y, para rematar, que en realidad es una chica. Pero me creyó cuando le hablé de que aquellas criaturas que asesinaron a mis padres eran vampiros... ¿No me va a creer ahora? ¿Por qué no iba a hacerlo? Si existen unas criaturas sobrenaturales bebedoras de sangre ¿Por qué no van a existir las brujas? Me estoy angustiando demasiado por esto, menuda mierda ¡Por eso no quiero relacionarme con nadie, sufro menos, maldita sea!

―Sí, soy esa Joe. ―suspiro. Frunzo el ceño y mi mirada hacia él se vuelve más severa, molesta. ¿La razón? Su tono al hablarme. ¿Qué espera? ¿Que le diga que hace un rato me he encontré con mi hada madrina o con el genio de la lámpara pero estaba defectuoso y no me pudo conceder mis tres deseos? Resoplo, no me ha gustado nada de nada ese tono que ha usado conmigo. Me levanto de la rama, ya estoy molesta de nuevo. ―Ya te he dicho por qué sé tu nombre. Ahora me largo. ―digo pasando de largo mientras me cuelgo el amuleto al cuello y me lo meto por dentro de la ropa.

Es incapaz de pronunciar una sola palabra. Todo comienza a agolparse en su cabeza. ¿Realmente podía ser todo aquello la verdad? Si era cierto, eso explicaba muchas cosas; pero no había otra razón por la que supiera lo que había sucedido aquella noche en la que la había salvado de los vampiro. Él no se lo había contado a nadie, ni si quiera a Meredith. ¿Como podía saberlo? Pero le era tan complicado creer que las palabras fueran verdad... Aunque nuevas ideas estaban cobrando forma en la mente del joven; ya que eso explicaba el hecho por el que no había podido encontrarla después del incidente.
Pero si realmente era esa chica a la que había buscado durante todo ese tiempo no podía dejar que se fuera, así sin más. -Joe espera.- Se levanta esperando que le haga caso y le espere. Aunque todavía no termina de digerir toda la historia, Eric se coloca junto al joven. -Lo siento. Se que no debería de haberme comportado así, pero comprende lo difícil que es aceptar eso.- Suspira, mientras termina de confesarle la verdad. No puede aceptar que se vaya sin escucharle. -No tienes que irte, podemos hablar.- Le dice mientras hace un intento de agarrarle el brazo para retenerla, pero se detiene sin saber muy bien que hacer totalmente.

No sé por qué, pero, por alguna extraña razón, esperaba que Eric me detuviese, que no me dejase irme. Al parecer no va a hacerlo, eso me ha desilusionado, y ese hecho me disgusta, ¿Por qué tengo que esperar algo de él y encima sentirme decepcionada por no obtener lo que espero? Bah, tonterías mías. Parece mentira que me esté ablandando metida en este cuerpo más que cuando era una mujer físicamente aparte de psicológicamente. Vale, eso es una tontería más grande que la anterior, no tiene que ver que sea hombre o mujer. A veces pienso... que esto del cambio de cuerpos es un castigo del karma, del destino o de lo que quiera que sea, pero... ¡No es justo! ¡Es verdad, soy una antipática con la gente, pero he visto gente peor que yo, esos que me hicieron aborrecer casi por completo a las demás personas, esos que me humillaron! ¡Y a ellos no les pasó nada malo, ni siquiera les castigaron!

Cuando oigo su voz deteniéndome creo que estoy sintiendo una enorme presión encima, demasiada para mí, porque logro aguantarme el tiempo suficiente para escuchar el resto de sus palabras y para ver cómo acerca su brazo a mí ―no recuerdo el momento en el que me di la vuelta para mirarle, aunque me imagino que sería cuando me dijo que esperase― antes de acercarme a él y abrazarle. Cuando apoyo la cara en su hombro ya estoy llorando. Esto es un asco, encima soy un tío y se va a sentir incómodo, sólo espero que no me rechace ahora, porque de verdad lo necesito.

―Lo siento, Eric, siento que te sientas incómodo porque aparentemente te esté abrazando un chico... pero necesito este abrazo, necesito este abrazo. ―sollozo con desesperación.

Todavía sentía que sus pensamientos eran un montón de avispas que no dejaban de revolotear por su cabeza. Aun se sentía confuso por todo lo que había descubierto, algo cabreado y tranquilo. ¿Le faltaba algo más? No dejaba de tener pensamientos sarcásticos sobre su situación. Pero al mirar a Joe, aun siendo chico y ver lo que confiaba en él, tomo la decisión correcta. Se había sorprendido al ver que le hacía caso y se detenía, algo que seguro había sido un logro, pues en todo el día el joven no le había mucho caso. Aunque todos sus pensamientos se congelaron en su mente al ver como las lagrimas se deslizaban por sus mejillas, y sus ojos se abrieron por la sorpresa al sentir como de repente se había abrazado a él.
Estaba a punto de separarle, pero se detuvo al escuchar sus palabras. Era cierto que se sentía incomodo, pero incomodo por muchas más cosas que el simple hecho de que ahora se encontrara en un cuerpo de hombre; también era porque dentro de ese cuerpo estaba la chica a la que había salvado, la chica en la que no había dejado de pensar; y eso si que le incomodaba. Pero en su mente pudo ver a la chica a la que había salvado, imaginándosela en lugar del joven, algo que hizo que su corazón se ablandara más aun. -No pasa nada.- Suspiro, mientras con cuidado le abrazaba también; aunque de hecho le costo bastante hacerlo.

No comprendo esto, esta situación, no me entiendo a mí misma, ¡No entiendo nada! Estoy tan espantosamente confusa. ¿Qué hago yo abrazando a alguien? Y a un chico además, después de cómo me partió el corazón aquel desgraciado no he podido volver a sentirme cómoda casi ni viendo a un chico. Pero Eric... es distinto. Él me salvó la vida arriesgando la suya, él no se rindió ante mi comportamiento, él me ha abrazado también. Sí, Eric es diferente, si no es porque no hayamos interactuado demasiado, me da una especie de paz interior. Lo que menos comprendo es cómo ha conseguido que llore delante de él, porque siempre me he aguantado las ganas de llorar en público o delante de alguien, siempre me ha parecido ridículo.

Pero él no se ha reído de mí. Nunca se ha reído de mí, y también me ha creído. Me creyó cuando le dije que los que asesinaron a mis padres eran vampiros, y me ha creído cuando le he dicho quién soy y que estoy en un cuerpo que no es el mío. O, mejor dicho, en una versión masculina de mi cuerpo, pero como si no fuera mío, vamos. Y ahora me siento tan desesperada, no sé qué hacer, pero no quiero separarme de él, me siento apoyada, siento algo de consuelo gracias a su abrazo. ¿Podría considerarlo un amigo? Podría, incluso podría verlo como un buen amigo.

―Estoy desesperada, Eric, yo... no puedo con esto... es-es horrible ser un chico cuando eres una chica. Yo... yo quiero volver a ser como antes... ―sollozo y me abrazo más fuerte a él sin darme cuenta.

Por alguna razón Eric estaba comenzando a dejar de sentirse incomodo con el abrazo, algo que también lo asustaba en su interior. Pero también podía saber que era ella, la chica que había salvado y que aun tenía esa necesidad de salvarla. De ayudarla en todo lo que pudiera. Y eso era lo único que había en su mente mientras se prolongaba el abrazo.
Su mente no podía dejar de trabajar, de pensar en todo lo que se le había ido acumulando durante la semana; durante el tiempo en el que había creído al fin lo que su padre siempre le había enseñado. Siempre se había hecho el loco, nunca había querido oír nada relacionado con esos seres sobre naturales que tanto habían llegado a atormentarlo. Pero cuando había visto a Joe en peligro, todo había cambiado. Lo había hecho, la había salvado tal y como su padre le había enseñado. Y había creído, igual que lo estaba haciendo ahora.
Ante sus palabras y sus actos, Eric se siente confuso y apenado. -No se muy bien que puedo decir para confortarte. Solo que ya veras como pronto consigues arreglar todo esto... O conseguimos si me dejas ayudar.- No había podido evitar añadir la ultima parte, no se sentiría obligado a cumplir esas palabras si ella decía que si; porque realmente él quería volver a ver a Joe, a la Joe que aun estaba en sus pensamientos.

Cuando Eric me habla me siento algo más reconfortada y más tranquila, aunque no quiero que me ayude. De todos modos, él no puede ayudarme, no tiene magia. Sólo Lilian puede ayudarme. Creo que mi dolor está pasando a mal humor de repente. Si mi abuela no me hubiera mandado a casa de su amiga, yo no estaría así. Si los sucesos no se hubiesen desarrollado de esa manera, yo ahora seguiría siendo una chica. Una chica que tendría que ir al instituto a estudiar, pero una chica al fin y al cabo. Es cierto que siempre me comporté de forma un poco más masculina que otras chicas, pero no tenía intenciones de convertirme en un chico algún día, simplemente nunca me gustó ser demasiado femenina.

Tengo que irme de aquí ya, antes de que empiece a hablarle mal de nuevo. Me sorprendo a mí misma pensando en eso. Desde que me volví seca y antipática con la gente nunca me importó demasiado cómo se pudiesen sentir. Y ahora... ¿Por qué temo que Eric se moleste si le hablo mal? ¿Es posible... que Eric me importe? Si lo pienso bien, no es una idea tan descabellada, él me salvó la vida y... exceptuando que a veces he llegado a desear haber tenido el mismo destino que mis padres, le estoy agradecida por haber arriesgado su vida para salvar la de una desconocida.

―Eric, ―digo y trago saliva mientras me separo de él. Estoy haciendo sobreesfuerzos para no usar un tono borde, porque eso ya es natural en mí. ―no hace falta que me ayudes. Yo ya encontré lo que vine a buscar, así que me voy, y tú también debes salir de aquí, este no es un buen lugar en el que estar. Adiós. ―me despido y camino deprisa hacia la salida del bosque.