Diversión a tope, no, de eso no queda (Liam Volt)

Me encanta salir. Meramente insinuar la idea era una redundancia en sí misma. Como siempre estoy solo, mis juguetes no suelen durar más de un par de horas hasta llegado el tiempo de despojarme de ellos. En primera instancia por mi propia seguridad y en segunda porque simplemente terminaban siendo aburridos. Nada como mi zorro con aroma dulce, pero posiblemente Lykaios estaría en algún otro lado pensando la manera de hacer mi vida mas difícil. Una idea que me resultaba tan excitante como su propia esencia, un arrebato de sentimientos que me provocaba querer comérmelo, literalmente. Ese día llevaba de las mejores prendas, como me era costumbre, pero aquí en el mundo humano todo ello era mucho más fácil de conseguir por lo que saciaba mi superficialidad más libremente que antes. Mostrar un poco de piel aquí, un poco de músculo allá y el encanto estaba hecho, era el fuego personificado en hombre. Le dediqué una sonrisa al espejo y me marché sin mirar atrás porque sencillamente todo era perfecto.

Aparecer y desaparecer no me era trabajo alguno, tampoco era caminar o ir de un lado a otro en forma de un pequeño zorro. Usaba mis mejores recursos para conseguirme nuevos juguetes todo el tiempo y siendo que los anteriores ya habían sido despojados era hora de conseguirme nuevos. Una rubia, un morocho, tantos humanos y otros no tan mortales , pasaban frente a mis narices. Aun soy ignorante de qué atrae tanto a numerosas criaturas a un pueblucho como este pero esa razón de momento jugaba a mi favor. De repente me alcanzó ese aroma y una visión que me recordaba a un conejito perdido. La chica tenía toda la pinta de serlo, buscando con aquellos hermosos pero frágiles ojos algo que posiblemente jamas encontraría ahora que me tocaba entrar en escena.

Fingí chocarla por accidente, mi intención pasaría desapercibida siendo que ella no se estaba centrando en el camino mas miraba para todos lados- Pardonnez-moi -fingí el acento frances un momento para dar paso a una sonrisa- Que descuido de mi parte ¿Te has hecho daño?- La ayudé a incorporarse para impregnarme en su aroma y tener una perspectiva más cercana de mi nuevo juguete. Que divertida tarde me esperaba.

- Pardonnez moi - volví a repetir al ver que la chica intentaba alejarse sin más dejandome atrás. Me resultó de lo más curioso encontrar una persona así en estos días, por lo general las disculpas eran seguidas de una sonrisa y luego una pequeña charla para disminuir el efecto de los terribles encuentros. El conejito blanco seguía su camino, ajeno al mundo, sumido en su propia burbuja ¡Y que bonito se veía! Pero claro, como todos saben, los conejos son comida ¿Qué mejor presa para un zorro? Tuve que morderme la lengua para evitar reír allí frente a todo público y la seguí como otro mas de la multitud por su camino hasta llegar a un punto crucial.

La chica buscaba una librería o biblioteca en todo caso ¿Cómo lo sabia? La razón por las que los Kitsune nos hacemos tan rápido de juguetes humanos -y así de veloces nos deshacemos de ellos- es porque visualizar los pensamientos superficiales de las personas no nos presenta dificultad alguna. La chica no sabia por donde continuar así que era hora de darle un empujoncito -Según esta cosa la librería debería de estar por aquí- dije en un tono francés por lo bajo, pero no lo suficiente para que mi conejito no lo escuchase. Llevaba uno de esos móviles humanos que utilizaba para aparentar que era mi fuente de información en todo momento. Ha decir verdad si no fuera por mis propias habilidades, el aparato resultaría ser bastante útil, no cabe duda que los mortales no puedan separarse de ellos.

No me molesté en fijarme si la chica me seguía, de seguro lo hacía e ingresé al acogedor negocio. Era uno de esos lugares administrados por personas de mucha edad, todo cuidadosamente ubicado, pulcro y reluciente. El anciano tras el mostrador confirmó mis sospechas. Tomé el primer libro que encontré y mire la contra tapa. Menudo drama ¿Por qué leerlo cuando podía crear uno mejor todos los días? Algunas veces me resulta dificil comprender a los humanos. Espere unos segundos para escuchar de nuevo la puerta, mi conejito tenía que llegar

Usar su aroma para asegurarme que me seguía no me fue problema a alguno. Ya había fijado mi blanco en el dulce conejito y no iba a cambiarlo por nada en el mundo. Bueno quizás la bola estrella de Lykaios era una buena opción pero demandar aquello era un imposible incluso para mí, al menos de momento. Fingí no escuchar su voz mientras prestaba falsa atención a uno de los libros en las estanterías, sería una aburrida historia de amor dado lo rosa de la tapa.

Me di vuelta dibujando la mejor sonrisa y mostrando mi rostro más afable y de circunstancial extranjero. Comprobé de reojo que mi cabello estuviera en perfectas condiciones en uno de los cristales de la tienda y volví a hablar - Eso sería un imposible mademoiselle. Estaba buscando una yo mismo, verá me encuentro interesado en la literatura local ¿Será que puede ayudarme?- Una chica bastante observadora, pero aunque supiera de mi naturaleza kitsune muy pocos humanos sabían de la habilidad de estos de leer los pensamientos superficiales de los mortales. Algunas veces no se mostraban así de literales sino más bien como una pista, con ella el aroma a libro viejo y su mirada perdida fue suficiente para tomar mi conclusión de buscar una librería.

- Con el riesgo de parecer demasiado insistente y quedar fuera de lugar ¿Podría preguntarle que busca usted aquí? Si hay algo tan interesante como la literatura misma es lo que los mismos lugareños buscan en ella- Un mensaje algo críptico lo sabía bien, pero esa era una de mis estrategias para mantener a mis presas con su interes a flor de piel, o al menos la intriga suficiente para que rondasen cerca un tiempo más. ¿Que sería con mi pequeño e inocente conejo?

Podría pensarse que dedicarme a divertirme con los humanos y cualquier otro ser de otra especie me aburriría en algún momento pero con las imaginativas y aleatorias reacciones de las personas el aburrimiento estaba lejos de alcanzarme. No era un rutina cuando el mismo mundo te proveía de tantos juguetes y ninguno igual al otro. Sí, aquellos dioses a los que veneran son muy bondadosos sólo que no con los sujetos correctos, empezando por mí. ¡Por supuesto que no me considero bueno! No al menos en la forma a la que los mortales se refieren , pero sí que soy totalmente inmaculado y perfecto con mis métodos, planes y acción. El mejor de todos.

Dí un par de vueltas aún revisando los libros y sonriendo de aquella manera de la que solo un zorro es capaz. Podía oler, casi palpar con mis dedos la desesperación encerrada en mi presa, era como si una nube negra se posase sobre los pensamientos de la chica y le nublaba de todo, inclusive mi acceso. Para mi suerte, tenía mucha práctica en lo que se refiere a molestar humanos por lo que estar al pendiente de su cabeza no era una necesidad absoluta y crucial para mi diversión. Es más, me gustaba tener un desafío cada tanto y más ahora que Lykaios se había empecinado en desaparecer de la faz de la Dimensión humana para volver vaya uno a saber de que pozo salió. El conejito no tardó en mostrar su desconformidad ante mi presencia -con que eso era- , debía de admitirse, la chica tenía un buen sentido de prevalencia y cuidado por su propia vida. Agachando levemente la cabeza asentí y me alejé un poco.

-Oui, disculpa las molestias ocasionadas. Que la voluntad divina le acompañe y guié en su camino, mademoiselle - Enseguida tuve que hundir mi cabeza en un libro para no explotar en risas, algunas veces mis mentiras eran tan enormes que provocaba eso en mí mismo. La jovencita había creído que con eso se desharía de mí, que no me vería más, cuanto se equivocaba puesto que estaba hablando con Liam Volt, el gran Kitsune de ocho colas. Escondido entre las repisas de libros dejé escapar algo de mi magia de zorro, algo sutil pero lo suficiente como para hacerle arrepentir o provocarle un trauma temporal. Esperé unos segundo, para esas alturas la chica debía de sentir un imposible concentrarse, viendo mi rostro cabizbajo en cualquier reflejo u objeto que pudiera portarlo, atormentando su conciencia. Tomé uno de los libros de historia para seguir con mi charada y me acerqué al encargado para hablar de aquellas cosas sin relevancia que había en el texto.