Inesperado, inoportuno (Eric S. Cold)

Mi abuela le ha pedido a una amiga ―le he agradecido mentalmente que no sea un hombre― que venga a darme clases. No sabe el alivio que me hace sentir y la alegría que me dio cuando me dijo que de momento podré estudiar en casa. ¡No tengo que volver al instituto! Y si ve lo cómoda que me siento estudiando en casa, y que saco buenas notas, seguro que me seguirá permitiendo continuar mis estudios en casa.

Hoy estoy cansada. Me he despertado a las cinco de la mañana por culpa de una pesadilla, he soñado con la noche en que murieron mis padres, y he soñado con Eric. Entre la pesadilla y que tengo sueño, estoy de mal humor. Eso hizo que no prestara mucha atención a la clase y que Maggie, la profesora amiga de mi abuela, me sermoneara. Ahora estoy en mi cuarto haciendo deberes, no tengo nada de ganas, pero ya estoy a punto de acabar. Paso, no me sale esta mierda de problema de Matemáticas, lo dejo en el escritorio y me acuesto en la cama, estoy dispuesta a quedarme dormida sin siquiera cenar, aunque luego mi abuela se enfade. Pero bueno, también puedo echarle una mentira y listo. Cierro los ojos y dejo que el sueño me venza poco a poco.

Por fin había descubierto cual era la casa de Joe. No es que le hubiera importado mucho encontrar ese lugar tarde o temprano, pero se había alegrado que no fuera mucho tiempo después del día que se habían encontrado en el bosque. Desde ese día Eric no había podido dejar de pensar en ella, en lo que le había pasado y en todo lo que había tenido que vivir desde aquella noche que se había conocido. Aunque el joven siempre se había sentido obligado a ayudar a los demás, por su propio carácter, el hecho de querer consolar a aquella joven escapaba a su intención de solo ayudar. Pero por alguna razón que él aun no entendía, no quería dejarla sola en todo lo que le estaba pasando. Solo quería decirle que podía contar con él; que aunque no quisiera, él iba a estar a su lado.
Sin pensárselo dos veces, a sabiendas de que si lo hacía se iba a arrepentir; el joven toco a la puerta esperando ver al joven en el que Joe se había transformado. Aunque no le gustaría la idea, se había acostumbrado a verle así; aunque en su mente seguía viendo a la chica que había salvado una noche hacía un tiempo.

Estoy quedándome dormida por completo, ya casi estoy soñando. Veo una sombra que se mueve rápidamente y sé de qué se trata. Viene hacia mí, no puedo dejar que me atrape o estaré perdida. Corro sabiendo que eso no será suficiente. Enseguida estoy en el suelo y un hombre se sienta sobre mí. No me gusta, está muy cerca, me está tocando. Me agarra de la cara y me golpea la cabeza contra el suelo. Curiosamente suena hueco, como si estuviese golpeando madera. Al segundo golpe ya estoy despierta. Frunzo el ceño, están tocando en la puerta. ¿Quién será el capullo que me ha hecho soñar esto? Encima tengo unos latidos horribles en la cabeza.

Me levanto de mal humor por la pesadilla y por la persona que me haya despertado. Está bien que ya no tenga que vivir ese sueño espantoso pero no me gusta que me despierten de esa manera, y encima con la obligación de levantarme de la cama rápidamente. Me levanto lo más rápido que puedo y bajo las escaleras. Mientras camino hacia la puerta protesto en voz alta, de mala leche, frotándome los ojos.

―¿Quién es? Estaba durmiendo, no podía ser más inopor... ―cuando abro la puerta no acabo la frase hasta unos segundos después. ―... tuno. ―me froto los ojos de nuevo por si aún sigo demasiado dormida y luego frunzo el ceño, al comprobar que no he visto mal, que realmente es Eric. No sé por qué pero siento una ligera emoción en mi interior. ―Eric... ¿Qué...? ¿Cómo sabes dónde vivo? ―digo sin moverme.

Había vuelto a golpear al menos una vez más en vista de que no le abrían la puerta. Quería arrepentirse, en cualquier momento. Lo que quería era darse la vuelta e irse. Pero necesitaba saberlo, necesitaba saber que la joven se encontraba bien, a salvo. Necesitaba decirle que allí estaba él, dispuesto para ayudarla en todo lo que pudiera. Ya se había fijado de ante mano, sobre todo con lo que había sucedido con Valerie que no era bueno contra los vampiros, prácticamente contra ninguno de sus desconocidos enemigos; pero lo intentaba, con todas sus ganas lo hacía lo mejor que podía. Y así iba a seguir haciéndolo por él, por ella.
Cuando la puerta se había abierto, no solo Joe se había quedado sin palabras sino también Eric. No podía creer lo que estaba viendo. Volvía ser ella, volvía a ser una chica. -Yo...- Había podido sentir como la boca comenzaba a secarse le. No sabía que decir, se le habían olvidado las excusas por las que había ido a verla. Y había tardado casi un minuto en recuperar la voz para contestarle. -Lo averigüe. No hace mucho.- Aun se podía notar en su voz un matiz ronco, como si se hubiera pasado mucho tiempo sin pronunciar una palabra, como si no supiera muy bien como juntar sus propias frases. -No quería molestarte, solo quería... saber...- No podía, no podía completar aquella frase.

Puedo ver la expresión de Eric ¿Por qué tiene esa cara de haber visto un fantasma? Ah... sí, es cierto, la última vez que nos vimos yo aún tenía aspecto masculino, bueno, mejor dicho, tenía cuerpo de hombre, porque aspecto masculino lo suelo tener a menudo. Ahora no dice nada, ¿Se va a quedar ahí apostado para siempre? Porque de la sorpresa me he espabilado, pero ahora me está volviendo el sopor. Venga, Eric, habla, habla de una maldita vez. ―pienso. No sé qué espero de él, pero me siento rara, sé que con él me siento diferente, él es diferente al resto. Eric arriesgó su vida para salvarme aquella fatídica noche.

Qué mal rollo me da que haya dicho que él averiguó dónde vivo, suena a que lo hizo él solito y me inspira poca confianza que un humano haya conseguido saber dónde está mi casa, porque entonces seguro que un vampiro lo tiene más fácil. No sé qué le pasa en la voz, ¿Se ha tomado algo raro o es que se ha levantado hace poco y no ha hablado desde entonces? Resoplo, impaciente y molesta porque no acabe sus frases. Hago una mueca y frunzo el ceño.

―¿Saber qué? No dejes las cosas a la mitad. ―le digo con un leve tono irritado. ―Entra. ―me aparto para que pase, no sé cómo he hecho esto, me sorprendo a mí misma por invitarle a entrar y darle paso tan fácilmente. Creo que me he vuelto loca.

A penas había sabido articular una palabra. Casi se había acostumbrado a pensar en Joe como en un chico, o al menos a hacerse una ligera idea de lo que tenía que esperar. Pero aquel cambio lo había sorprendido más que cualquier otra cosa. No era capaz de forma ni una frase coherente en su cabeza. Había inventado mil y una excusas antes de aquel timbre hubiera sonado, las había repasado mientras esperaba que la puerta se abriera. Pero ahora, nada de aquellas idea quedaba en su confundida mente... Pero podía intentarlo. Solo necesitaba respirar un minuto y todas las ideas volverían. ¿No?
No noto la extraña expresión que se había dibujado en su rostro ante su respuesta a como había averiguado su dirección, pero no quería tener que explicar como había conseguido aquella dirección. Casi ni él mismo se convencía de ello. Pero ahí estaba con la boca seca y unas excusas sin fundamento.
-Yo...- Volvió a repetir intentado encontrar la mejor manera de decirle que había ido allí solo por... ¿gusto? ¿preocupación? ¿por casualidad? No sabía que decirle, ¿y si se enfadaba porque él la hubiera molestado? Entre levemente encogido, ya que no conocía del todo el lugar al que había ido a parar. Ni si quiera, conocía a la chica por la qe había arriesgado su vida una noche. -Solo vine para ver como estabas.- Sus palabras casi salieron disparadas. Al recordar lo que había pasado aquella noche, y el miedo que había sentido cuando intento encontrarla y la creyó por un momento perdida; le había dado la fuerza suficiente para perder aunque fuera un momento su timidez.

Vale, empieza a molestarme notablemente que se quede como un pasmarote ahí, al otro lado de la puerta, sin hacer o decir nada coherente. No me lo voy a comer ni le voy a pegar. A veces soy algo agresiva, físicamente hablando quiero decir, porque verbalmente lo soy siempre, aunque no lo parezca porque hablo sin ningún ánimo en la voz. Pero a la gente le molesta la forma en la que le hablo, más tarde o más temprano, le acaba fastidiando y se termina yendo ―ese debió de ser mi primer objetivo cuando empecé a ser así, espantar a la gente, pero ahora lo hago con todo el mundo, incluso con mi abuela, y no me doy cuenta, lo hago involuntariamente, es una característica que se me ha metido muy dentro―, y no me importa.

Y otra vez balbuceando... ¡Maldita sea, acaba una dichosa frase! ―pienso, estresada internamente, tranquila para él. Y entra sin decir nada, estoy harta de que se interrumpa a sí mismo y de que no termine lo que dice, como no diga algo de una vez me voy a cabrear y a poner agresiva de verdad. No sé ni por qué me he estado conteniendo hasta ahora, no sé qué tiene Eric que hace que haga lo posible por no tratarle mal. Debería ser todo lo contrario, puesto que en mayor parte desearía haber muerto junto con mis padres aquella noche y él lo impidió. Pero al fin habla, ya pensaba que no lo haría.

―Ah, pues ya me has visto. ―le digo con un tono monótono en la voz. Juro que no he pillado la expresión que ha dicho, simplemente he pensado que ha venido para ver cómo estoy, y ya me ha visto, así que se irá ya, qué decepción.

Realmente tenía que admitir que no había esperado nada de aquella visita. Ni si quiera se había convencido de haber conseguido su dirección. Cuando se había plantado ante su puerta, estaba completamente seguro de que iba a salir otra persona que ni si quiera la conocía. ¿Y si no hubiera sido así? ¿Como habría preguntado por ella? ¿Habría dicho chico o chica? Eric al fin se había dado cuenta de lo mal que había hecho al llegar allí. ¿Que podía decir en su defensa? Ni si quiera sabía exactamente que es lo que lo unía a aquella joven. Al principio había sido temor, preocupación de que aquellos seres (que no quería recordar) la hubieran vuelto a atacar. Aunque de ser así, ¿que habría podido hacer él? En el bosque, cuando le había dicho quien era, también había tenido esa sensación. Había necesitado protegerla, ayudarla de alguna forma a superar todas aquellas cosas desagradables que le habían pasado. Pero siempre se había mostrado tan arrisca que apenas había encontrado la oportunidad de hablar con ella, de decirle lo que realmente quería. Aunque ni el mismo lo supiera.
-Lo siento si te he molestado o te he pillado en un mal momento. Pero quiero hablar contigo.- Desde que la había conocido no había tenido fuerzas para enfrentarse a ella. Se había sentido pequeño a su lado. Pero quería explicaciones. Quería algo más que conversaciones fugaces. Algo más para que cuando volviera a escaparse pudiera encontrarla.